

Aún recuerdo las caras de aflicción —o de preocupación, si se es malicioso— que ponían ciertos legisladores al ser entrevistados para los noticiarios de televisión el día que sentencié a diecisiete años de prisión sin probatoria a un representante a la Cámara, del Partido Popular, por cargos de corrupción, utilizando un esquema similar al que se ha alegado que utilizaron los representantes penepés María Milagros Charbonier y Nelson del Valle. La aflicción podía deberse a sentimientos puros de compasión por un compañero caído en desgracia que, independientemente de su identificación partidista, era considerado por todos muy llano, accesible y campechano. O deberse, tal vez, a mera inquietud.
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