Puerta verde invisible: en el olvido el ornato y la limpieza de los espacios públicos
Ya con tres meses de embarazo, luego de interminables gestiones y papeleo, finalmente nos convertimos dueños de un apartamento. A nosotros nos tocó el piso con la puerta de un color verde, mal escogido. Arquitectos ambos, juramos que esa puerta duraría muy poco así. Como suele suceder, vida y obligaciones se interponen, pasaron días, semanas, meses y la puerta verde se volvió invisible. Una tarde ya con siete meses de gestación, camino a casa paré y compré pintura.
Busqué escalera, bandeja, rolo, brocha y a pintar. Al rato, llegó mi esposo. Al veme con mi enorme barriga, rolo en mano me pregunta: “Pero ¿qué haces? si ya la puerta ni la notábamos”. Respondí: Por eso mismo, porque ya no me molestaba y me empezó a preocupar.
En Puerto Rico, quizás por los huracanes, terremotos o pandemia, nos hemos acostumbrado a estilos, situaciones y formas de vivir, inaceptables. Ya no vemos y aceptamos lo inadmisible como normal, no nos llaman la atención asuntos fundamentales, estamos ciegos a evidentes realidades.
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Luego de dos años de encerramiento, mi esposo y yo viajamos a Texas para visitar nuestros hijos en Austin y Houston. Disfrutamos poder movernos de manera cotidiana, por calles arboladas, sembradas de manera sencilla pero inteligente, limpias e iluminadas. Antes de Puerto Rico ser azotado por Irma y María, Houston recibió la furia de Harvey, sufriendo grandes estragos por lluvia e inundaciones, eso es historia pasada, no hay señas de esa devastación.
Houston, está bien mantenido y vibrante; Universidades de gran prestigio, abiertas a todo el que las quiera visitar, sin verjas, con esculturas y hermosos jardines para disfrute de cualquiera. Es como si duendes trabajaran en la noche, las brigadas de mantenimiento no se ven, ni interrumpen el tráfico en hora pico, para cortar grama un día, podar otro, al tercero poner en bolsa, al cuarto recogerlas y volver a repetir todo el proceso, del otro lado de la calle la semana siguiente. Todo esfuerzo de ornato y mantenimiento es apreciado, pero no sin un plan lógico que logre que las áreas públicas se vean mantenidas al unísono, no por etapas.
Al viajar sorprende la cantidad de parques; grandes y pequeños que uno se encuentra al caminar; llenos de gente, familias, niños en excursiones, personas paseando perros, adornados con fuentes, algunas imponentes, otras modestas; todas prendidas, iluminadas y funcionando para el disfrute de locales y visitantes. Existe en otros lugares un aprecio y férrea defensa ciudadana por el espacio público bien tenido, sin grafiti, agradable y seguro.
De regreso a Puerto Rico después de viajar en noviembre y enero, no deja de llamar la atención un aeropuerto en evidente deterioro, falto de cuidado, de pobre iluminación, de concesionarios cerrados, baños sucios, bloqueados por carritos de mantenimiento, que nadie maneja, ¿alguien está mirando? ¿Hay alguien pendiente, tomando nota para tomar acción?
Saliendo del aeropuerto nos encontramos una avenida principal que lleva a la ciudad, a oscuras, sin líneas que marquen carriles, enormes rótulos derribados por el huracán María, siguen tirados sobre estructuras. Queremos y debemos vender a Puerto Rico como destino turístico, nuestra isla es bella, pero no hay segundas oportunidades para primeras impresiones, y esta primera no es buena.
Estamos adormecidos, inmunes y ciegos al deterioro, abandono, a rótulos que se perdieron y no regresaron, a carreteras intransitables, al sucio, a las aceras invadidas por autos, a la falta de iluminación, que incita el comportamiento delictivo. Ya no vemos los postes virados o fundidos, no nos inquietan las áreas verdes abandonadas, fuentes apagadas, animales realengos o la cantidad de deambulantes que necesitan de nosotros. Algunos consideran el espacio público atendido un lujo, cuando es todo lo contrario, necesidad ciudadana imperante, alimento para alma y espíritu.
Nos indignamos selectivamente con el extranjero que mata a un perro, por este jugar con su bola de golf; pero no así con la misma vehemencia, ni hace primeras planas, cuando uno de los nuestros, machete en mano, por pura diversión le corta cola y dos patas a una perrita y la deja desangrarse.
No nos dejemos vencer por el síndrome de la puerta verde, tenemos que despertar de este estupor y reaccionar y corregir antes de que sea tarde.
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