

Quien conoce y valora los procesos de nombramiento del gabinete de parte del ejecutivo y la correspondiente confirmación de parte del legislativo, no tendrá problemas en estipular que ambas encomiendas requieren virtud o exhiben torpeza. Ambos procesos tienen el propósito de producir un efecto positivo en la gobernanza dentro de la gestión pública. Después de todo, tal como expresó el exgobernador Roberto Sánchez Vilella, hace algunos años, “un nombramiento no compromete solamente a la persona seleccionada; compromete más que nadie a la autoridad nominadora”, y yo me atrevería añadir “a quienes confirman o no ese nombramiento”.
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