Roberto Orro
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Las absurdas estadísticas del COVID en China

En diciembre del pasado año 2022, y luego de inusuales protestas, China anunció el levantamiento de las fuertes restricciones impuestas a su población, supuestamente dirigidas a mantener a raya el COVID-19. No obstante, nada ha cambiado en la política china de producir todo tipo de estadísticas inverosímiles sobre la verdadera situación de la pandemia en ese país.

En un reciente artículo de The Economist (edición del 14-20 de enero), se destaca que, entre el 7 de diciembre de 2022 y el 8 de enero de 2023, China reportó solamente 37 muertes por COVID-19, absurda cifra totalmente incompatible con el nuevo escenario de mayor movilidad y contacto social en ese país. La falta de transparencia en sus estadísticas le ha granjeado a China fuertes críticas a nivel mundial, incluso de la Organización Mundial de la Salud (OMS), un organismo hasta hace poco renuente a cuestionar en lo más mínimo los números del gobierno chino. Finalmente, la OMS ha adoptado la postura que debió haber asumido desde hace tres años.

Personas portan mascarillas en un parque público de Beijing.
Personas portan mascarillas en un parque público de Beijing. (The Associated Press)

Las cuestionables estadísticas chinas del COVID se remontan a los mismos albores de la pandemia. Por distintas razones, casi ningún gobierno ni organismo internacional objetó entonces las cifras de China referentes al número de contagios y decesos por COVID-19. Es más, gran parte de la comunidad internacional acogió a China como paradigma en la lucha contra la pandemia y aceptó plenamente sus estadísticas oficiales, que nos mostraban una casi total erradicación del COVID y una curva de muertes completamente plana durante meses.

Las draconianas cuarentenas (lockdowns) fueron desde un inicio el sello distintivo de la estrategia china para combatir el COVID. El 23 de enero de 2020, China implementó el cierre completo de Wuhan y otras ciudades de la provincia de Hubei, con la manifiesta finalidad de atajar el COVID en su cuna. Paralelamente, el gobierno chino ejecutó, en tiempo récord y para el asombro del resto mundo, la construcción de un hospital para atender y aislar enfermos de COVID, así como otras fuertes medidas, todas con la impronta de la milenaria disciplina china.

En la retórica oficialista china hay un pequeño problema. Cuando se decretó el cierre de Wuhan, ya el COVID había arribado a otros países asiáticos, a Europa y a Estados Unidos. El primer caso de COVID-19 en Corea del Sur se reportó el 8 de enero de 2020. La pregunta obligatoria es cómo pudo el COVID, cuya velocidad de transmisión es meteórica, “saltar” de Wuhan a todo el planeta sin afectar al resto del territorio y los habitantes de China. Basta mencionar que entre Hubei y las seis provincias colindantes hay una población agregada de más de 400 millones de habitantes.

Las rarezas de las estadísticas chinas rebasan el marco salubrista. Oficialmente, China reportó un crecimiento de 2.2% en su Producto Interno Bruto (PIB) correspondiente al año 2020. Nadie ha explicado cómo los chinos pudieron conciliar sus onerosas medidas de “Cero COVID” con la expansión económica. Si algo ha quedado bien claro, durante estos tres años, ha sido la fuerte correlación inversa entre los lockdowns y restricciones, por una parte, y la actividad económica en el otro lado. En una economía como la china, altamente dependiente de la construcción y la manufactura, era imposible crecer sin movilidad y contacto social, máxime cuando su sector turístico se vio fuertemente afectado por la ausencia total de turistas extranjeros.

No se puede perder de vista que la prolongada pandemia del COVID-19 ha coincidido con importantes movimientos políticos y económicos dentro de China. En el terreno político, la máxima dirección china muestra un insaciable apetito de poder. En el campo económico, China está batallando para contener un colapso en su mercado de bienes raíces, el cual podría tener un devastador efecto que con toda seguridad trascenderá sus fronteras. Se puede concluir que el “abre y cierra” de China en su manejo del COVID es una variable más dentro de la complicada ecuación política y económica de ese país.

Los gobiernos y los principales organismos internacionales, como el Fondo Monetario Internacional, deberían seguir el ejemplo de la OMS y ser más críticos con respecto a las cifras de un país donde el gobierno tiene un poder absoluto sobre las estadísticas. Hay otra importante lección en todo este proceso: no se pueden adoptar paradigmas basados en estadísticas falsas y manipuladas.

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