

Mi columna anterior, Ya no basta con ser buenas personas, fue la primera de cinco que pretenden abonar a la reflexión necesaria y responsable que debemos tener antes de las elecciones del tres de noviembre. En ese texto establecí que el momento crítico que vive el país requiere que quien aspire a gobernarlo sea mucho más que una buena persona con buenas intenciones. Es necesario ir a la raíz de los verdaderos problemas que por décadas nos aquejan. No nos podemos conformar con la promesa de administrar mejor o conseguir más fondos federales que es lo que ofrecen los dos partidos tradicionales.
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