La lingüística es una disciplina fascinante, hermosa; todos deberían estudiarla. Lamentablemente hay algunos lingüistas tan rebuscados explicando conceptos, que de por sí ya son complejos, que nadie los entiende. Incluso, le restriegan en la cara a cualquiera nuestra terminología técnica que a veces raya en la espelusnancia (palabra que recién acuñé). Lo anterior nos aleja de la gente, nos convierte en pájaros raros, y le ha creado muy mala fama a esta maravillosa disciplina. Benedetti, con delicadísimo cinismo, ilustró esta situación, en un poema que tituló LINGÜISTAS, y que hoy dedico con cariño a mis queridos colegas: “Tras la cerrada ovación que puso término a la sesión plenaria del Congreso Internacional de Lingüística y Afines, la hermosa taquígrafa recogió sus lápices y papeles y se dirigió hacia la salida abriéndose paso entre un centenar de lingüistas, filólogos, semiólogos, críticos estructuralistas y desconstruccionistas, todos los cuales siguieron su garboso desplazamiento con una admiración rayana en la glosemática.
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