Los delegados estadistas de Puerto Rico deben ir más allá de lo que les dictan la ley de ética y las normas o limitaciones aplicables a ingresos y gastos oficiales o personales, escribe Orlando Parga
Los delegados estadistas de Puerto Rico deben ir más allá de lo que les dictan la ley de ética y las normas o limitaciones aplicables a ingresos y gastos oficiales o personales, escribe Orlando Parga
Poco se conoce sobre las tribulaciones financieras del primer presidente de Estados Unidos que necesitó de un préstamo para los gastos que incurrió al mudarse de Virginia a ser inaugurado en la ciudad de New York, rechazando el lujoso carruaje que intentó obsequiarle un acaudalado admirador. George Washington se autoimpuso un estricto código de conducta porque – como primero en ocupar el cargo – sabía que cada acto o gesto suyo establecería la norma precursora del futuro. Los delegados estadistas a punto de iniciar su encomienda ante el Congreso deben leerse ese capítulo de la admirable historia de Washington.
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