Las expresiones de Kimberly Guilfoyle sobre la experiencia “migratoria” de su madre puertorriqueña han avivado una vez más el debate en torno al ambiguo lugar de los boricuas dentro de la comunidad latina, dice Ana Teresa Toro
Las expresiones de Kimberly Guilfoyle sobre la experiencia “migratoria” de su madre puertorriqueña han avivado una vez más el debate en torno al ambiguo lugar de los boricuas dentro de la comunidad latina, dice Ana Teresa Toro
Repasemos lo evidente antes de entrar en el meollo. Sí, los puertorriqueños y las puertorriqueñas tienen la ciudadanía estadounidense desde el 1917, por lo tanto somos ciudadanos americanos bajo esa elemental premisa. Sí, contrario a los migrantes de países latinoamericanos con los que compartimos además de la patria de la lengua, afinidades culturales, conciencia regional y experiencias históricas que nos hermanan, entramos a los Estados Unidos con pasaporte azul y sin pasar por la experiencia traumática y violenta que es el acceso “sin papeles” a dicho país. Sí, dejándonos llevar por este dato concreto, que no es para nada pequeño, es ilógico llamarnos migrantes. Aun así, valdría la pena considerar el cuadro completo.
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