

Allá para mitad de siglo XX el ambiente político se nutrió de hechos y conductas que hoy parecerían extraños, con los que fui madurando, que aprendí a valorar y respetar… y que, ¡terminé adoptándolos! De gente que cuando hablaba del ideal, del partido, se les veía brillo en los ojos – la pasión del exaltado – capaces de enorme sacrificio personal por la causa a la que entregaban fe y lealtad. Estaban en minoría y el tiempo que quitaron a su oficio, empleo y familia no tenía la recompensa del triunfo o las canonjías que da el poder. Todo lo contrario. Sufrieron la persecución de los que abusaron el poder.
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