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Hasta Nemesio Canales pecó de sensiblería turística. En uno de sus famosos Paliques dijo, con ironía compasiva, que le daba un poco de vergüenza sentirse romántico en tiempos de la ley Foraker y adorar la luna campestre o la costa desde la altura bajo las tasaciones del Tesorero, las opiniones del Attorney General, los embelecos de la Feria Insular, la Ley de Riego, la estaca del Consejo Ejecutivo y las mil quinientas plagas del sangrigordo gobierno de Jájome Alto. Incluso, en “Pestes y más pestes”, cuando la llamada “gripe española” cobraba sus primeras víctimas, Nemesio casi agradece la epidemia porque obligaba a la Liga Progresista a reunir dinero para sanear áreas y repartir jabón a los más necesitados: “dan ganas de pedirle a Dios que nos suelte una pestecita un día sí y otro no”. A pesar de la bronceada risa sardónica, a Nemesio jamás se le hubiera ocurrido convertirnos en un fantástico escape sanitario como acaba de hacer The Wall Street Journal.
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