Muchos de los primeros galicismos que entraron al romance en los siglos 13 y 14 venían de la religión, la vida en palacio y la cultura. Palabras como monje y fraile, son galicismos, al igual que jardín, manjar, doncella, joya, estuche y rubí, linaje, danzar, ruiseñor, duque y dama. Más adelante ingresaron términos militares, gastronómicos, de la naturaleza, la vida cortesana y la moda, que mantienen una gran vitalidad, y ni sospechamos sus raíces francesas. Mire estos: jamón, patio, flauta, refrán, correo, maleta, pinzas, desastre, calibre, coronel, jefe, piquete, tropa, banquete, billete, conserje, etiqueta, pupitre, moda, parque, peluca, baúl, bacalao, crema, farándula, frenesí, jade, hotel, croqueta, frambuesa, galleta, billar, coqueta, bufete, chauvinismo, bisutería, servilleta, chófer y garaje. ¿El toilet?... ¡Ese es muy francés! También heredamos frases como hacer el amor. Ya para el siglo 19, entraron al español moderno muchos galicismos, entre ellos términos políticos y bancarios: bolsa de valores, cotizar, financiero, finanzas, garantía, postal, aviación, avión, bicicleta, cremallera, burocracia, comité, complot, debate, patriota, blusa, maquillaje, bidé, ducha, vitrina, consomé, coñac, champán, champiñón flan, paté, restaurante, suflé, debutar, boutique, bulevar, quiosco, chimpancé, bebé, camuflaje, carné, entrenar, esquí, gripe, turismo, turista, sofá, bouquet, colonia (el perfume) y corsage, brasier, y el croissant que espero está acompañando a su café. ¿Oiga, se ha fijado lo mucho que revientan a algunos los anglicismos, pero no dicen ni jota de los galicismos? Lo dejo con ese pensamiento. ¡Bonne journée!
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