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Salimos de un rollo para meternos en otro: primero fueron los rollos de papel toalla que lanzó el expresidente Trump en una iglesia de Guaynabo y ahora son los rollos de cable que el presidente Joe Biden colocó frente al podio en el puerto de Ponce. Un empate: seis rollos de papel toalla, el primero, y seis rollos de cable de aluminio y cobre, el segundo. Los imperios suelen hacer eso: enrollan a sus colonias en narrativas y, cada vez que pueden, limpian, depuran, o aplanan sus propias tramas. La escenografía de Biden sugiere una mitografía más: ya no hace falta la salmodia de la Virgen del Cobre, ni prenderles velas a los Santos de Aluminio, mucho menos rezarle a los Ángeles de la Fibra Óptica. Con enormes plantas eléctricas de fondo y los rollos de cable frente al podio, el poder presidencial parece que ha retocado el menú del Plan Marshall: pasta linguini electrificada en salsa diésel.
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