Aquí somos expertos celebrando libertades que no tenemos. Lo decía Betances respecto a los autonomistas, en especial de Román Baldorioty de Castro, tan de moda ahora entre los autodenominados “refundadores” del Partido Popular Democrático. Es cierto que Baldorioty veía la identidad puertorriqueña, o más bien la criolla, como un asunto provinciano que no tenía por qué entrar en crisis con la metrópoli española y solía comparar la nuestra con la identidad vasca, la andaluza, y la catalana. También es cierto que Baldorioty rechazaba la beligerancia de los cubanos para romper con la metrópoli y prefería esperar -un tanto ingenuo- a que el liberalismo español nos salvara. Aunque decir “esperar” no es justo: Baldorioty se enfrentó al imperialismo español, sufrió cárcel, y estuvo a punto de ser fusilado en el Morro. Nadie podría negar su heroísmo cuando lo trataron de sobornar y se negó a recibir la libertad a cambio de disolver el partido. Pero una cosa es la lucha de Baldorioty por la autonomía de un país que apenas empezaba a mostrar cierta madurez política, y otra muy distinta es convertir a Baldorioty en el portaestandarte de un partido venido a menos, como el PPD, y que todavía espera por más soberanía -aún tras el desplante de los demócratas con el fin de las 936 de Clinton o la ley Promesa de Obama- mientras el autoritarismo de Trump nos devuelve, sin vaselina, a las tinieblas de la crisis de los años treinta.
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