

Esta es una columna difícil porque se presta para la demagogia. No importa. Hay que decirlo. Puerto Rico vive una contradicción absurda hace más de 20 años. Por un lado, repetimos una y otra vez que necesitamos inversión del exterior para modernizar la infraestructura, crear empleos e impulsar la economía. Sin embargo, por otro, cada vez que una empresa privada responde a una Solicitud de Propuestas (RFP, por sus siglas en inglés), la recibimos con suspicacia o con receptividad a cambios arbitrarios. Además, está sujeta a un aparato burocrático de gobierno que la trata como enemiga. Entonces, ¿para qué invitar a entidades con capital y experiencia, si después los maltratarán?
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