Ya mismo vamos con esto de lápices, tamales y pasteles. Antes le digo que si en el 2015 le dieron de arroz y de masa, pues le cayeron arriba como a pillo e’ película. En fin, que pensando cómo le dibujo una sonrisita en estos días peliagudos mientras le hablo de lengua, me inspiré en el pastel. La exquisita palabra pastel es un galicismo (del francés antiguo pastel) que en la Irreal es de todo menos lo nuestro. Pastel es un color, una masa de harina cocida al horno, una pasta en forma de bolas […], un lápiz, un convenio secreto y hasta “una persona pequeña de cuerpo y muy gorda” (lamentable y fea metáfora) y por ahí pa’ bajo. Ahhh, pero en nuestro maravilloso Tesoro lexicográfico sí encontramos a nuestro rico pastel y las descripciones que de él hicieran Malaret, del Rosario, Vaquero y otros, con muy pocas diferencias. Alvarez Nazario dice que la documentación de pastel más antigua con el sentido nuestro de pasteles de hoja, está una carta de Vasallo Forés a los autores del Aguinaldo puertorriqueño de 1843. ¿Y el tamal? Pues resulta que mis estudiantes, que no se quieren pa’ ná, aseguran que hay quien piensa que pasteles y tamales son el mismo perro con diferente collar. Nada que ver, nada que ver dije yo. El tamal -voz nahualt- es una empanada de harina de maíz envuelta, como el pastel, en hojas de plátano y se cuece al horno; no se hierve. Y, como lee el cartelito que me enviaron los muy sinvergüenzas, “un pastel puertorriqueño no es un tamal. El que “tamal” eres tú." ¿Sonriendo? ¡Pues buenos días!
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