Mientras los personajes de Oller miran al techo del bohío con hambre, los estudiantes de la Escuela Especializada Central de Artes Visuales miran su techo con apetito de futuro, escribe Cezanne Cardona Morales
Mientras los personajes de Oller miran al techo del bohío con hambre, los estudiantes de la Escuela Especializada Central de Artes Visuales miran su techo con apetito de futuro, escribe Cezanne Cardona Morales
Si Francisco Oller los hubiera escuchado también habría gritado con ellos “¡Queremos techo! ¡Queremos techo!” No por casualidad el maestro Oller pintó, en El velorio, alimentos colgando del techo; no por capricho Oller nos invitó a mirar allí con reverencia estomacal, es decir con apetito celestial. Mientras los personajes de Oller miran al techo del bohío con hambre, los estudiantes de la Escuela Especializada Central de Artes Visuales miran su techo con apetito de futuro. Por eso protestan gritando: “¡Queremos techo! ¡Queremos techo!” Y es que los personajes de Oller también protestan porque el alimento está muy arriba; demasiado cerca del techo o muy lejos de las tripas. Por eso cantan, tocan, beben, juegan, hablan, gritan, riegan. Tal vez el ruido en el cuadro sea justamente eso: el único modo de que la comida llegue a la mesa, ocupada por el niñito muerto. Pero los estudiantes de la Central protestan desde otro duelo: para que su techo no se les caiga encima.
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