

Recuerdo que en primer grado era normal que los niños fuéramos a la escuela acompañados por nuestros padres o madres. Ya para el segundo grado la mayoría íbamos solos. Y continuamos pasando de grado y también creciendo. Durante esos años, la intervención de nuestros padres, aparte de compranos los uniformes, lápices y libretas, generalmente se iba limitando a firmar las notas que enviaran los maestros (ante cualquier indisciplina nuestra) o la tarjeta de calificaciones para que no hubiera duda de que los padres estaban enterados de nuestro progreso escolar. Aun así, sabíamos que había algunas actividades que no podíamos hacer por nosotros mismos sin la autorización parental como, por ejemplo, contraer matrimonio o firmar contratos.
Te invitamos a descargar cualquiera de estos navegadores para ver nuestras noticias: