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El mundo le pertenece a los ofendidos. Ya no existen vencedores ni vencidos, ahora solo hay víctimas. ¿Para qué tomar acción si podemos sufrir? ¿Para qué formar un nuevo partido o escribir artículos si se puede ser una víctima eternamente incensurable con aplausos instantáneos y pulgares erotizados? Esta es la lógica afectiva de nuestro tiempo y el exgobernador Ricardo Rosselló aprovechó su entrevista en The New York Times para jugar su carta llorada dentro de la aristocracia del dolor.
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