José Gabriel Martínez Borrás
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Rusia mira hacia al Este: un cambio paradigmático en las relaciones internacionales

Las relaciones internacionales, como proyecto académico, se distinguieron por una serie de debates que marcaron la disciplina.

El cuarto debate, en particular, pretendió hacer una síntesis de teorías sociales y racionales en un momento crucial de cambio en la política internacional: el fin de la guerra fría entre 1989 a 1991. Sin embargo, la disolución de la Unión Soviética (URSS) implicó unas conclusiones que hoy en día es necesario revisar.

Daños en un edificio residencial alcanzado por los bombardeos en Dnipro, sureste de Ucrania.
Daños en un edificio residencial alcanzado por los bombardeos en Dnipro, sureste de Ucrania. (Agencia EFE)

En aquel entonces, la perspectiva neoliberal sugería que el modelo occidental, su sistema económico y político, había demostrado ser el más eficiente en la (sobre)producción de riqueza, y por ende, sería emulado a nivel global. Por otro lado, las teorías constructivistas explicaban el fin de la guerra fría como un cambio normativo hacia ideas y valores que establecían un orden global legítimo.

Treinta años después, el mundo vive una serie de crisis que estas ideas por sí solas no pueden resolver: la crisis climática, de desigualdad y de pobreza.

Las políticas del Consenso de Washington se ven hoy como un intento neocolonial que impidió la soberanía y el desarrollo de los pueblos, algo que se entendía superado después de la Segunda Guerra Mundial y el proceso de descolonización. La “guerra contra el terror” y la invasión de Afganistán e Iraq expusieron los límites de la imposición de ese modelo por la fuerza.

Por eso, es importante analizar el caso ruso: históricamente, esta nación había mirado hacia Occidente, por lo menos desde la época de Pedro I y la fundación de la ciudad de San Petersburgo, conocida como la “ventana a Occidente”. Desde entonces, la occidentalización rusa fue una prioridad.

El proyecto soviético también fue fuertemente influenciado por Occidente, aunque este último lo tildó de “radical”, lo rodeó y sancionó, prácticamente hasta su disolución. El caso de la invasión de Alemania nazi a la URSS (1942-1945) desde Occidente fue un evento particularmente traumático, con la muerte de alrededor de 27 millones de ciudadanos soviéticos que lucharon contra el fascismo.

Inclusive, la Federación Rusa, que pasó por uno de sus peores momentos en los años noventa, a raíz de la liberalización y privatización económica, continuó mirando a Occidente e intentó integrarse en sus instituciones.

Rusia vio entonces la expansión de la Organización del Tratado Atlántico del Norte (OTAN) a sus fronteras y la retirada de los EEUU de todos los acuerdos de control de armamentos que se firmaron con la URSS, y por un tiempo, extendidos con la Federación Rusa.

Recientes declaraciones de líderes occidentales, en las cuales aceptan que no hubo ninguna intención de implementar los Acuerdos de Minsk – firmados para poner fin a la guerra civil en Ucrania (2014-2022) – colmaron la copa. De acuerdo con sus declaraciones, estos se firmaron con la intención de “comprar tiempo” para armar al ejército ucraniano y que tomasen por la fuerza las regiones étnicamente rusas del Donbás.

Esto le ha dado más cuerda al discurso oficial ruso respecto a su operación militar, centrado ahora en la falta de confianza en Occidente debido a su intención de llevar a una disolución total de la Federación Rusa.

Estés de acuerdo o no con su interpretación, la idea de que Rusia, y mucho del Sur Global, ya no mira hacia a Occidente, pone en cuestión los cimientos en los cuales se basaron las ideas dominantes y el análisis de la política mundial de finales del siglo XX: un cambio paradigmático con el cual tenemos que lidiar.

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