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prima:Sócrates en Belén

Por más que digan que la verdadera Navidad es el misterio del nacimiento de Jesús en circunstancias particularmente peligrosas, los sabios de Oriente -sin querer queriendo- nos pusieron en aprietos económicos porque llegaron al pesebre con las manos llenas, señala Cezanne Cardona.

27 de diciembre de 2025 - 11:10 PM

Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente del autor y no reflejan las opiniones y creencias de El Nuevo Día o sus afiliados.
No ignoro todas las discusiones teológicas y sesudas alrededor de los sabios en el pesebre, pero de vez en cuando nos hace falta que la sabiduría vuelva a las manos vacías o a los pies danzantes, escribe Cezanne Cardona. (Shutterstock)

Ya es hora de decirlo: Sócrates hace falta en el pesebre. Y la razón va más allá de la pose filosófica, puesto que la sabiduría de Sócrates –a diferencia de los sabios de Oriente- no necesitaba coronas ni regalos, y además la alegría del saber se demostraba bailando. Al menos, esa es la descripción que hace Jenofonte de Sócrates en el diálogo titulado “El Banquete”. En aquel diálogo, Sócrates no baila para impresionar (como el perreo de Jenniffer González o el ridículo baile de pingüino que hace Trump para burlarse de sus enemigos políticos), sino que el sabio de Atenas bailaba para balancear alma y cuerpo. A diferencia de Platón, que describió a Sócrates un tanto conservador en la República y por tanto menos dicharachero, Jenofonte se dio una licencia y colocó a Sócrates aprendiendo a bailar a los setenta años. Según Jenofonte, Sócrates, al ver a unos bailarines en casa de Kalias, no solo entendió que bailar era un ejercicio necesario para el cuerpo y el pensamiento, sino para la filosofía. “Por Zeus, -dice- aprenderé a bailar.”

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