Testimonio: lecciones del fuego en condominio de Caparra en Guaynabo, Puerto Rico
Eran alrededor de las 5:45 pm cuando me llamó una vecina indicándome que había un fuego grande en el Caparra Executive y que temía por nuestro condominio. Inmediatamente bajé como estaba vestida (con una bata), lo cual no suelo hacer nunca.
Al salir, me encontré con una imagen dantesca: las llamas que salían del piso 14. Las explosiones y las chispas eran para mí no de miedo, sino de preocupación por las otras personas del edificio. Observé, del lado mío que era el del fuego, que en otros pisos se encontraban personas dentro de sus casas y en el balcón, aparentemente muy tranquilas (no observando el fuego, sino sentadas o preparándose para cenar). Eso no me indignó, sino que me preocupó, pensando que desconocían que en su propio edificio había un fuego de grandes dimensiones o que pensaban que no iba a llegar hasta ellos. No sé si fueron minutos o segundos, pero yo los seguía viendo allí.
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No habían llegado los bomberos todavía, pero me di cuenta que había gente del condominio abajo, observando el fuego y más preocupada que yo. Llegaron los Bomberos, la Policía y las ambulancias. En un abrir y cerrar de ojos se llenó la Carretera #2, donde vivimos, de un mar de vehículos. Miré otra vez hacia la parte donde había observado a las personas dentro de su apartamento y ya no estaban, de lo que me alegré, pues me imaginé que no corrían peligro. Ya las personas fuera del condominio eran muchas más; me imaginé que habrían evacuado el edificio.
Miré el reloj: ya eran más de las 7:30 pm. Seguían las llamas, las explosiones, las chispas, la preocupación de todos al ver que uno de los balcones se estaba abriendo y que los bomberos, aparentemente, no podían entrar. Decidí regresar a mi apartamento.
Al llegar a este, empecé a reflexionar qué hubiese pasado si en lugar del condominio de al lado, hubiera sido el mío. En nuestro edificio viven muchos envejecientes, pensé: nunca hemos hecho un ensayo (“drill”) de lo que se debe hacer si ocurre un fuego de esa magnitud o cualquier otro evento catastrófico. ¿Qué hacemos para evacuar a los envejecientes, a quienes se les dificulta caminar bien o tienen otras dificultades físicas? ¿Qué hacemos si hay personas ansiosas o nerviosas?
En un momento dado, después de haber subido a mi apartamento quise bajar otra vez. Cuando abrí la puerta, me encontré con el ruido ensordecedor de la chicharra que suena cuando hay una emergencia. Apreté el botón para bajar en el ascensor y me acordé de que en caso de fuego u otra catástrofe el ascensor cierra automáticamente y no abre. Tampoco me acordaba de ese detalle; tenía que bajar por las escaleras y no quise.
En esos momentos, no sabemos nada, no sabemos qué hacer, ante la preocupación tan grande y sin solución aparente alguna. Pero si tienes preocupación, tienes que ocuparte. ¿Cómo? Hay que hablar con los bomberos, que nos pueden ayudar, y otras entidades que pueden hacer lo mismo. Por lo pronto, la Junta de Directores del condominio, a la cual gracias a Dios en este momento pertenezco, nos reuniremos a la brevedad que nos sea posible.
Eran más de las 10:00 pm y todavía seguía la #2 llena de todos los vehículos de ayuda. El fuego se había apaciguado, ya no habían llamas y pude respirar.
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