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De ella se ha dicho de todo, excepto que fue violada a los catorce años. En los exámenes de comprobación de lectura de La charca, en la clase de Español, Silvina aparecía descrita como: a) la muchacha epiléptica, b) la que estaba “casada” con Gaspar, c) la que cuidaba a su hermano Pequeñín, d) la muchacha enamorada de Ciro. Pero no existía alguna opción de la “Selección múltiple” que dijera lo evidente, lo que había que decir, lo que Manuel Zeno Gandía describió repetidas veces en la novela: que Silvina tenía catorce años cuando Galante la violó. Y con Galante pasaba lo mismo. En el odioso “Pareo de personajes”, Galante era: a) un rico propietario, b) el socio de Andújar, c) el asesino de Ginés, d) el que tenía una mujer en cada valle. Pero nunca decía -y el papel del examen era de tamaño legal- lo que debía decir: que Galante abusaba sexualmente de Silvina, que su madre Leandra lo toleraba con tal de que Galante le dejara algo de dinero para paliar la miseria, que Galante le ofreció a Gaspar casarse con Silvina -otro abusador- para callar la violación. Y la culpa de esa borradura no residía en la escritura de Manuel Zeno Gandía, sino en nuestra adicción al eufemismo, es decir en esa manía por no llamar a las cosas por su nombre. No por casualidad, hace poco ocurrió algo similar: al confeso agresor sexual de 27 años, que llevó al hospital el cadáver de una niña de 13 años, lo describieron como: a) el novio, b) la pareja, c) el compañero consensual, d) todas las anteriores.
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