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Daddy Yankee: La Leyenda
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Recuento de una saga: “¿Puerto Rico estamos ready?”

Con un sincero adiós, Daddy Yankee se despide de los escenarios con la gira La Última Vuelta y su serie de conciertos La Meta, haciendo historia como el G.O.A.T. del reguetón

3 de diciembre de 2023 - 11:38 AM

Récord: Daddy Yankee es el primer artista Latino en alcanzar el número uno en Spotify. (BrandStudio)

El Coliseo de Puerto Rico se ha convertido en un punto de encuentro para el mundo entero. Entre los asientos se van revelando diferentes acentos en español, a veces, interrumpidos por idiomas extranjeros que se pierden con el sonido de la música. También hay todo tipo de gente: niños que regresarán a la escuela el lunes para contarles a sus amigos sobre esta noche, y ancianos que, aún en sillas de ruedas, parecen ser capaces de mover una vez más las caderas, aunque sea solo para esta noche.

Récord: Es el primer artista de reguetón en recibir un premio Latin Grammy en la categoría de Mejor Interpretación Urbana, por su canción "Gasolina" en 2005.
Récord: Es el primer artista de reguetón en recibir un premio Latin Grammy en la categoría de Mejor Interpretación Urbana, por su canción "Gasolina" en 2005. (BrandStudio)

Hemos llegado a “La Meta”, el concierto de despedida de Daddy Yankee. El “Jefe del Reguetón” llevaba todo un año de gira, conmemorando sus 32 años de carrera alrededor del mundo, antes de retirarse por completo de la música. Ahora, a solo minutos de distancia de Villa Kennedy, el lugar que lo vio crecer, ese mismo mundo toma la forma de un coliseo, con un océano de banderas flotando entre el gentío: Nicaragua, México, Chile, Argentina, Honduras y Venezuela, entre otras.

Récord: Es el primer artista de reguetón en alcanzar el número 1 en la lista Billboard Hot 100 con la canción "Despacito" en colaboración con Luis Fonsi.
Récord: Es el primer artista de reguetón en alcanzar el número 1 en la lista Billboard Hot 100 con la canción "Despacito" en colaboración con Luis Fonsi. (BrandStudio)

Un conteo regresivo se apodera de las pantallas hasta marcar el inicio del evento. Los fanáticos en arena giran sus cabezas en torno a la tarima trasera, donde dos columnas se extienden (una desde el suelo y la otra, desde el techo). Las columnas se cruzan a medio camino, asombrando al público cuando, como sacado de una película de ciencia ficción, el exponente del reguetón queda al descubierto, erguido al tope de una maquinaria maravillosa, que también simboliza su carrera como artista.

Yankee desciende a la tarima y se presenta ante su fanaticada: “¡Viene! ¿Estamos ready? Vamos a convertir esto aquí en una discoteca mundial”. Y como si se tratara de un viaje en el tiempo, nos lleva a los cimientos del reguetón —el underground— con “Funeral”, “Latigazo”, “Yamilette”, “En La Cama”, “Seguroski” y “Gata Gangster”. La audiencia se enloquece, seguramente recordando la primera vez que escucharon aquellos temas. Esto es DJ Playero, El Cartel y Los Cangris; todo envuelto en uno.

Récord: Es el primer artista de reguetón en recibir un premio ASCAP en la categoría de Compositor del Año, en 2017.
Récord: Es el primer artista de reguetón en recibir un premio ASCAP en la categoría de Compositor del Año, en 2017. (BrandStudio)

El “Big Boss” no tiene planes de cogerlo suave. Nos movemos a la segunda fase del concierto tan pronto nos anuncia que “esta es una canción que marcó la música latina. Quiero cantarla en medio del público, sentir esa vibra por primera vez en mi carrera, y despedirme así mismo. Vivir la experiencia y hacerlo en mi casa”.

Ahí, conmovidos una vez más, los oyentes de la noche se hacen testigos de una de las muchas sorpresas que promete este evento. La tarima comienza a flotar sobre las cabezas de los fanáticos en arena mientras el artista canta uno de sus éxitos más grandes, “Lo Que Pasó, Pasó”. Es otro viaje en el tiempo que evoca la presencia global que luego ganaría el puertorriqueño. Y canciones como “Tu Príncipe”, “Yo Voy”, “No Me Dejes Solo”, “Saoco” y “Mayor Que Yo” se convierten en el playlist de esta travesía.

Casi como una nave, la tarima baja al escenario principal donde se denota el diseño de una cabeza de cabra. El mensaje queda claro de una vez por todas: estamos en la presencia del G.O.A.T. (Greatest of all Time). Una percusión en vivo retumba entre las bocinas del coliseo, jugando en sintonía con el destello de luces doradas, y, de momento, ya es evidente que “El Jefe” le dará inicio a la tercera parte de esta saga.

Récord: Es el primer artista de reguetón en recibir una estrella en el Paseo de la Fama de Puerto Rico, en reconocimiento a su contribución a la música latina.
Récord: Es el primer artista de reguetón en recibir una estrella en el Paseo de la Fama de Puerto Rico, en reconocimiento a su contribución a la música latina. (BrandStudio)

Llamas de fuego estallan desde la parte trasera de la tarima, pero eso no parece ser un riesgo para los bailarines, quienes intensifican la audacia de sus pasos con cada verso. La audiencia siente el calentón de estos efectos como el eco de una explosión, haciéndolos entender que de eso mismo se han tratado estos últimos 32 años: del peligro, de las apuestas, del riesgo. La agresividad con la que Yankee pasa a cantar “Rompe” y “Machucando” aseveran este sentimiento, atestiguando que, a pesar de las dudas, su reguetón lo llevó a la victoria.

“Lo más que me gusta de la música”, comienza a decir el artista, “es cuando puedo combinar el reguetón con la instrumental”. Yankee pasa a cantar “Ella Me Levantó” con ímpetu, con sazón, con gracia. Su pasión también se evidencia en su vestimenta. Lleva puesto un atuendo rojísimo, adornado con pedrería que, esparcida cuidadosamente, toma la forma de corazones que recubren todo su vestuario. “El Cangri” siempre ha estado a la vanguardia de la moda, ya sea a través de colaboraciones o creando su propia línea de ropa. Su estilo no es ninguna casualidad. Tampoco es casualidad que se interpreten canciones como “Pasarela” y “Pose” en este momento.

“Pose” llega a una pausa inesperada. “¿Se acabó?”, alguien pregunta, pero todo lo contrario. De pronto, los Jabbawockeez se apoderan del escenario. Este grupo norteamericano de hip-hop se dio a conocer por primera vez en 2008 (el mismo año en el que Yankee lanzó “Pose”) y su apariencia en este concierto es otra manera de viajar al pasado, de apreciar las conexiones culturales que existían entre Estados Unidos y Puerto Rico en aquella época. También declara un amor por el arte de la coreografía. La tarima se convierte en un callejón urbano donde se detona una gran batalla de breakdancing, con canciones como “Shaky Shaky” y “Dura” poniendo a bailar desesperadamente a los bailarines y la audiencia. A todo el mundo y a su progenitora.

La cuarta fase del concierto celebra la llegada de De La Ghetto, Baby Rasta y Gringo, con quienes Yankee se entrega en una rendición irrepetible de “Llegamos a La Disco”. Porque allá, entre ellos, el paso de los años se disuelve. Parece como si cantaran esta canción por primera vez. Y, como si fuese poco, justo en este instante comienza a sonar el remix legendario “Somos de Calle”, dejando a la fanaticada en un estado de éxtasis catatónico cuando, uno detrás del otro, aparecen MC Ceja y Guelo Star en escena.

Estos íconos del género no solo comparten un repertorio. También conservan una amistad que ha desafiado el paso del tiempo, la vida y la muerte. Y ellos lo saben. “No llores”, le dice Daddy Yankee a Baby Rasta, quien ciertamente se encontró arrebatado por la emoción de aquel reencuentro. “Dios tiene un trato con nosotros”, Yankee le asegura. “Estoy feliz de tenerte vivo”.

Como suele suceder, después de llorar, se perrea. En un concierto como este, quizás se hagan ambas a la vez. Pero no hay forma de estar triste cuando Jowell y Randy se presentan. “Agresivo” intercambia las lágrimas por gotas de sudor. Los versos se entonan con una picardía que deja hasta al mismo Daddy Yankee un poco sonrojado. Risas de alegría sofocan a los miembros de la audiencia que, mientras cantan, se preparan para bailar al son de “Siente El Boom”, “Salgo Pa’ La Calle” y “Safaera”. Antes de retirarse, Jowell encara a nuestro Jefe y le dice: “Me tarde un par de años [en compartir una tarima contigo], pero lo logré. Eres la bestia de las bestias”.

Volvemos a viajar en el tiempo, cada vez más hacia el presente. El escenario es ocupado por un busto gigantesco color gris. Su pecho se abre para crear un nicho en donde el “trono” de Yankee asume su naturaleza. El reguetón es su imperio. Más que un jefe, es un rey. Aquí también nos acercamos a una “nueva escuela” de reguetoneros que, indudablemente, son inspirados por Yankee. Además, son parte de su legado. Uno de estos es Omar Courtz, quien hace una breve aparición con “Beachy”. “Estoy orgulloso de esta nueva generación”, declara el “Big Boss”, agradeciéndole a Courtz su dedicación y bendiciendo su talento.

Este homenaje a los nuevos integrantes del género también significa una aclamación al remix. El género urbano no existiría sin él y, en su actualidad, funciona para recrear canciones icónicas del pasado y traerlas al presente, a una nueva ola de oyentes, sin perder las originales. Por eso, en esta parte de la noche, Yankee hace una mezcolanza de “Sal y Perrea”, “Soltera”, “China” y “Baila, Baila, Baila”, rematada por nada más y nada menos que “Remix” de Legendaddy.

El Coliseo se queda a oscuras por unos minutos. El público guarda silencio cuando, de momento, aparece un músico tocando el cuatro en la tarima trasera. Los acordes van cobrando vida en los oídos de todas las personas —y todas las generaciones que caben— que, además, le hacen coro a la letra de “Mi Tierra”, “Qué Bonita Bandera” y “El Jolgorio (Wepa)”. Abajo del músico, sobre el escenario, se ilumina un mapa de Puerto Rico. Ahora todos tararean con el pecho enternecido, sin importar si son puertorriqueños o extranjeros. Porque amar a Daddy Yankee es amar a esta isla.

El músico va agilizando su mano. Su melodía se tensa, se hace rampante, y luego se libera a sí misma en una tonada que todos conocemos bien: este es el comienzo de “Despacito”. Las luces de la tarima principal se encienden con los bullicios de la gente. Parece como si Yankee los esperara ahí todo este tiempo, en silencio, sonriéndose, mientras se regocijaban ante aquella expresión tan hermosamente patriótica. El concierto se ha convertido en una celebración de la vida misma. “Si nos estamos viendo es porque somos un milagro”, dice cuando termina la canción. Y así, de una vez, comienza a sonar “Bonita” junto a pleneros y cabezudos; el perfecto punto final para esta reflexión.

Estamos en la recta final. Los miembros de la audiencia están ansiosos por saber cómo terminará esta increíble saga, hacia dónde —o cuándo— nos llevará nuestro artista. Como si pudiera leer sus mentes, Yankee canta “Con Calma”, mientras que el Coliseo se inunda de globos blancos. ¿De dónde han salido? Eso no importa. Solo importa el júbilo que experimentan en conjunto, pasándose los globos como viejos amigos, de una sección a otra sin importar la edad ni el lugar de nacimiento.

La saga de la noche se va acabando. Los bailarines de “El Cangri” lo visten con un chaleco antibalas con luces rojas que se encienden en la espalda y en el pecho. Del techo descienden otras dos tarimas flotantes, largas y estrechas, con un Lamborghini postrado al comienzo de cada una. Sobre las puertas de los carros queda inmortalizado el título del último álbum del artista, Legendaddy. Así es como comienza la presentación de “Gasolina”, “¿Cuál de los dos creen que va a ganar?”, le pregunta Yankee a la audiencia. No puede ser que esto sea una carrera. Pero lo es. Los carros se encienden, aceleran y arrancan al unísono hasta llegar al final. Hasta llegar a los 32 años de música. Hasta llegar a La Meta.

“Muchas gracias a todos los que han venido de visita”, dice Yankee, “pero, sobre todo, gracias a todos los boricuas que han estado aquí conmig”. Se oficializa su despedida. El concierto culmina entre gritos y llantos de alegría. En los pasillos se siente una felicidad empapada de nostalgia, mientras que los miembros de la audiencia se ríen y hablan entre ellos. Al salir del coliseo, los sorprende una última sorpresa, un último gesto de amor de parte de El Jefe. Es un espectáculo de drones, capturado por los pocos celulares que aún quedan con carga.

Allá, en el aire, los artefactos se reúnen con precisión y elegancia, deletreando palabras como La Meta y Puerto Rico. También cobran la forma de una bomba de gasolina, la bandera puertorriqueña, la cabeza de Daddy Yankee y, por último, la silueta de la isla. “Qué manera de cerrar la noche”, alguien dice. Pero, más que eso, qué manera de dejar un legado: iluminando el cielo.

El autore es periodista colaboradore de Suplementos.

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Este contenido fue redactado y/o producido por el equipo de GFR Media.

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