


La ciencia ha desarrollado una nueva generación de medicamentos que, además de controlar los niveles de azúcar en la sangre, favorecen una pérdida de peso significativa. Estos avances marcan una revolución en el tratamiento de la diabetes, aunque también traen consigo retos éticos, de acceso y de uso responsable que requieren atención colectiva.
Durante noviembre, cuando se celebra el Mes de la Diabetes, representa un momento clave para reflexionar sobre el alarmante escenario que enfrenta Puerto Rico en relación con esta enfermedad. El Atlas de la Federación Internacional de Diabetes reporta que, en 2024, más de 345,000 adultos de entre 20 y 79 años viven con diabetes en la isla, lo que equivale a una prevalencia ajustada por edad del 10.9 %.
La relación entre obesidad y diabetes tipo 2 es directa y sumamente perjudicial. El exceso de grasa visceral fomenta la resistencia a la insulina, lo que eleva la glucosa y provoca complicaciones como enfermedades cardiovasculares, daño renal, pérdida de visión y amputaciones. Por ello, toda estrategia que permita una reducción de peso sostenida tiene un impacto positivo en la salud metabólica.
Entre los nuevos medicamentos destacan los basados en hormonas intestinales, como los agonistas del receptor GLP-1. Estas moléculas imitan la acción de una hormona natural que regula el apetito, la saciedad y la secreción de insulina. Así, cumplen una doble función: disminuyen el apetito y mejoran el control de la glucosa, convirtiéndose en herramientas fundamentales para el tratamiento de la diabetes tipo 2.
La evolución de esta clase terapéutica ya se vislumbra en el horizonte. En desarrollo se encuentran medicamentos que combinan diversos mecanismos de acción:
Estos avances tienen el potencial de transformar el manejo de la diabetes, siempre y cuando su uso sea ético, supervisado y accesible para quienes realmente los necesitan.
Los ensayos clínicos de fase III han confirmado que los agonistas del GLP-1 logran reducir la hemoglobina A1c en más de un 1.5 % y consiguen pérdidas de peso promedio del 15 % o más. Además, los estudios de resultados cardiovasculares han demostrado una disminución en el riesgo de eventos como infartos y accidentes cerebrovasculares en pacientes con diabetes tipo 2.
No obstante, estos medicamentos pueden presentar efectos adversos, siendo los más comunes las náuseas, el estreñimiento y, en casos poco frecuentes, la gastroparesis. También se ha observado un aumento de problemas dentales debido a la sequedad bucal y el vómito. Por ello, el uso debe ser continuo, supervisado y formar parte de un plan integral que contemple nutrición, ejercicio y acompañamiento clínico.
En Puerto Rico, el acceso a estos medicamentos enfrenta un reto importante: su creciente uso con fines estéticos. La popularidad de estos fármacos como “inyecciones para rebajar” ha incrementado la demanda fuera del contexto médico, generando desabasto en farmacias y un aumento en los costos. Esta situación afecta de manera injusta a quienes verdaderamente dependen de estos tratamientos para evitar complicaciones graves asociadas a la diabetes y la obesidad severa.
La ciencia ha avanzado notablemente, pero recae en los profesionales de la salud, aseguradoras, farmacéuticos y líderes comunitarios garantizar que estos medicamentos lleguen a quienes más los necesitan.
Desde la experiencia clínica, se ha evidenciado el impacto positivo de estos tratamientos cuando se utilizan correctamente, así como los riesgos que implica un uso irresponsable. Por ello, es fundamental enfatizar los siguientes puntos:
La autora es vicepresidenta sénior de estrategia en farmacia de Triple-S; y farmacéutica clínica.

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