


La sobrecarga de responsabilidades que asume un cuidador, le genera un agotamiento intenso que, muchas veces, lo lleva a aislarse de su cotidianeidad, afectando su salud física y emocional.
Incluso, algunos ponen sus vidas “en pausa”, dejando a un lado las celebraciones familiares, compromisos laborales o sociales, pensando que algún día retomarán las tareas que quedaron “pendientes”, cuando iniciaron el sacrificado rol de cuidar a un ser amado.
Un estudio realizado por la Escuela de Cuidadores de Adultos Mayores de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico (PUCPR), en el que participaron más de 1,000 personas, reveló que el 73 % de los cuidadores “decían que habían perdido el control de su vida desde que comenzaron a cuidar de un familiar”.
Además, el 88 % de los participantes definió su vida como “sobrecargada” y, 9 de cada 10 admitieron que “ya no tenían tiempo para sí mismos desde que empezaron a cuidar de su familiar”.
De acuerdo con el doctor Ángel Muñoz Alicea, psicólogo clínico y director de la institución, “cuando se habla del aislamiento social, la realidad es que, debemos decir que esto es un fenómeno complejo”.
Al explicar el panorama experimentado por el cuidador, señaló que, “cuidar de una persona que tiene una enfermedad crónica, ya sea una incapacidad e incluso, demencia, invierte una energía emocional profunda”.
“Cuando hablamos de aislamiento social en los cuidadores, debemos tener en cuenta de que muchos no tienen relevo. No solo eso, aun cuando puedan tener personas cercanas, la realidad es que ellos sienten que no hay conexión y se sienten solos”, lamentó.
Igualmente, destacó que el aislamiento social llega por varias razones, entre estas el cuidador está solo y, las personas que pueden relevarlo no necesariamente están en el país.
“De hecho, hay personas que están cuidando a un padre o madre, pero también tienen hermanos que pueden tener condiciones de salud mental severas y que no es un apoyo. A veces, eso se convierte en otra carga más porque tienen que atenderlos y, muchas veces eso hace que se vayan retirando (aislando)”, explicó.
“A veces, los familiares que pueden estar disponibles, pero lo que hacen es sobrecargarlos con opiniones, críticas y esta persona siente que nadie lo está comprendiendo y comienza a reducir su círculo social”, admitió.
Otro aspecto es que, algunos cuidadores “sienten que pueden poner en pausa sus metas, su trabajo, su vida de pareja y las vidas de sus hijos para retomarlas cuando terminen de cuidar”, dijo.
Sin embargo, pueden pasar 10 o 15 años y, cuando intentan reinsertarse en la vida laboral “ya no son tan competitivos, sus plazas no están disponibles y muchas veces, tristemente, no hay vida de pareja. Tampoco pueden retomar las actividades que perdieron con sus hijos, porque estamos hablando de que son muchos años después”.
De otra parte, estableció la importancia de que el cuidador haga planes para sí mismo en el proceso y no se invisibilice por cuidar a otros.
“Una de las cosas que nosotros recalcamos desde la Escuela es que, hay que reconocer que aislarse es una consecuencia frecuente de asumir el rol de cuidar y que no es una falla personal. Hay que trabajar ese sentimiento que puede ser de culpa, porque es parte del proceso”, sostuvo.
Para trabajar con la situación, recomendó insertarse en redes de apoyo.
“La vivencia que tienen los grupos de apoyo, tanto presenciales como virtuales, son importantes porque, no solamente es que va a ayudar con la parte de socializar, sino que reduce la sensación de soledad. Esa percepción de sentirse solo, aun cuando tiene personas a su alrededor, eso ayuda muchísimo”, manifestó.
Además, precisó la necesidad de establecer límites y no sentirse culpable por expresar que “no vas a estar disponible 24/7 para cuidar”.
“Cuando pensamos en el cuidado, pensamos en el encamado. Hay adultos mayores que tienen nivel de independencia. Hay adultos mayores o personas con diversidad funcional y niños que pueden pasar tiempo con un familiar cercano, mientras ese cuidador tiene un alivio y puede delegar tareas y sentirse que otros participan”, apuntó.
“Es necesario que, aunque sea poco, el cuidador debe tener un espacio para sí mismo para lo que sea. Ya sea para darse un buen baño tranquilo, compartir un café, ver una película o simplemente dormir”, añadió.
Asimismo, insistió en buscar ayuda profesional, no tan solo para identificar emociones, sino también establecer estrategias “ya sea para lo que está sintiendo o para lo que podría venir, según la condición que tenga el familiar”.
Entretanto, afirmó que el cuidador puede superar sus situaciones particulares.
“Se puede superar, se puede afrontar. Lo ideal es que sea acompañado, ya sea de personas significativas o de personas que conozcan porque han pasado por esa situación, como son las personas en grupos de apoyo o profesionales de la conducta que pueden dar alternativas”, esbozó.
La periodista es colaboradora de Puerto Rico Saludable.

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