

No todos los legados se pueden ver o tocar. Algunos se llevan por dentro, como una voz interna que moldea decisiones, vínculos y actitudes. Es el caso del legado emocional, una herencia silenciosa pero poderosa que todo padre —conscientemente o no— transmite a sus hijos.
“El legado emocional es la herencia invisible transmitida de generación en generación, compuesta por emociones, creencias, valores y patrones de comportamiento. No se trata solo de lo que decimos o hacemos conscientemente, sino también de lo que omitimos, de los silencios, de las emociones reprimidas y de las heridas no sanadas. Es el conjunto de experiencias emocionales que moldean nuestra identidad y nuestras relaciones, y que pueden influir en cómo enfrentamos la vida, incluso sin darnos cuenta”, explicó el psicólogo clínico y profesor de la Universidad Carlos Albizu, Domingo Márquez.
El impacto del legado emocional puede ser profundamente positivo o negativo para el crecimiento de un ser humano. Por ejemplo, saber reconocer un error y procurar repararlo enseña humildad y responsabilidad. Mientras, un padre que se desenvuelve con miedo y ansiedad ante las adversidades enseña a su hijo a desconfiar de los demás, temor al cambio y ansiedad.
Estos patrones emocionales, aprendidos en la infancia, suelen repetirse en la adultez, afectando las relaciones, las decisiones personales e incluso la percepción que se tiene de uno mismo.
Este fenómeno ha sido ampliamente estudiado por profesionales de la salud mental. Una de las voces más influyentes en este campo es la psicoanalista Galit Atlas, autora de Emotional Inheritance. En su libro, Atlas explora cómo las emociones y traumas no resueltos de generaciones anteriores pueden alojarse inconscientemente en las personas y condicionar sus vínculos, elecciones y respuestas emocionales. Sus estudios apuntan a que muchas veces cargamos con historias que no son nuestras, pero que moldean profundamente nuestra manera de ser y de amar.
¿Hay diferencias entre el legado emocional que dejan las madres y los padres? Para Márquez, sí, pero no se trata de diferencias biológicas, sino culturales.
“La división tradicional de roles de género ha sido profundamente moldeada por el patriarcado, que ha dictado por décadas —si no siglos— qué emociones pueden y no pueden permitirse según el sexo. En ese marco, se ha esperado que los padres sean figuras de autoridad, de control y de fortaleza, pero no de ternura, vulnerabilidad o cuidado emocional. Así, muchos padres han sido socializados para creer que mostrar afecto o hablar de sentimientos es una señal de debilidad, y ese mensaje se transmite, muchas veces sin palabras, a sus hijos e hijas”, sostuvo Márquez.
En el caso de la figura paterna, agregó, “es común que el legado emocional incluya ideas como ‘ser fuerte es no sentir’, ‘el amor se demuestra con proveer, no con presencia’ o ‘los hombres resuelven, no hablan de lo que sienten’. Estos mandatos, además de ser injustos para los hijos, también lo son para los propios padres, que han sido privados del permiso para sentirse humanos”.
Márquez advirtió que estos hombres también sufren bajo esa exigencia, y recordó que más del 85 % de las muertes por suicidio corresponden a varones.
“El resultado es una cadena generacional de desconexión emocional que solo se rompe cuando alguien —generalmente en terapia— se atreve a decir: ‘esto no me hizo bien, y no quiero repetirlo’. Desde la psicología clínica es donde comienza la verdadera transformación del legado”, resaltó.
El legado emocional paterno no solo se transmite a través de actos concretos, sino también por omisión. “Los padres transmiten su legado emocional a través de palabras, acciones y también de lo que no se dice o hace. Mensajes como ‘deja de llorar, que no pasa nada’ o ‘si no paras, te dejo aquí’ pueden parecer inofensivos, pero pueden enseñar a los niños a reprimir sus emociones o a sentir miedo al abandono”, explicó Márquez.
También señaló que comparaciones constantes o expectativas poco realistas pueden generar inseguridad y una necesidad de aprobación externa que, si no se trabaja, se perpetúa en la vida adulta y se hereda a futuras generaciones.
Es importante entender que cuando el legado emocional representa una carga negativa, es posible resignificarlo y sanar. El primer paso para hacerlo es reconocerlo. Luego, preferiblemente con el apoyo de un profesional, observar el estilo de crianza recibido, identificar patrones no deseados y permitirnos espacio para cuestionar creencias heredadas, con compasión a uno mismo, pero también hacia el padre.
Las personas que llevan a cabo este trabajo interno están encaminadas a romper ciclos, mejorar su relación consigo mismos y con sus propios hijos.
Para los padres interesados en dejar una huella emocional positiva, Márquez recomendó:
¿Qué pasa cuando el legado recibido fue doloroso? Para quienes desean sanar o resignificar lo que vivieron, Márquez propuso:
La autora es periodista colaboradora de Suplementos.
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