

Roberto Antonio Padua Irizarry no imaginaba la sorpresa que se llevaría cuando viajó a Catar, en el Oriente Medio, para pedirle matrimonio a su enamorada, Betsmara Cruz Lebrón. En ese momento, ella atendía asuntos laborales con el Comité Olímpico de Puerto Rico (COPUR), en el cual se desempeña como subsecretaria general.
Pero el destino se encargaría de enlazar a la pareja de abogados que, para entonces, estudiaba Derecho en la Pontificia Universidad Católica de Ponce, ya que, a unas 7,280 millas de distancia de su amado terruño, Padua Irizarry supo que se convertiría en papá.
Así nació Adrián Erasmo, un niño risueño y extrovertido que estrenó a Roberto Antonio en el rol de la paternidad en 2020, justo en medio de la pandemia del COVID-19. Luego nació André Alejandro que, recientemente, cumplió dos años de su llegada a este mundo.
Sin embargo, dice el refrán que ‘ningún bebé nace con un libro de instrucciones’, transformando completamente la rutina del jayuyano, quien describe a sus hijos como su “mayor proyecto de vida”.
El letrado de 33 años confesó que, al enterarse de que sería padre, sintió “felicidad y también un poco de miedo porque no habíamos terminado de estudiar y hay unas responsabilidades que se crean automáticamente con la paternidad. No solamente con la criatura que viene en camino, sino con la pareja que escogiste”.
“Pero cuando nos enteramos de esa bendición, nos mudamos juntos. Luego culminamos de estudiar, cogimos la reválida y, en ese momento, ella la pasó, pero yo no. Más adelante pasé la reválida y conseguimos oficina juntos en Guayama”, sostuvo.
A pesar del ajetreo diario, entre las responsabilidades laborales y su experiencia como padre de Adrián Erasmo, Roberto Antonio y su esposa decidieron “tener un segundo bebé para que se criaran juntos”.
“Ellos son la felicidad de la casa; son los que me animan a salir a trabajar todos los días y a suplir lo que necesiten. Obviamente, sin malacostumbrarlos o malcriarlos de darles todo”, apuntó.
Destacó que su primogénito, Adrián Erasmo, “es bien extrovertido, bien activo; habla más inglés que español. Es un poquito hiperactivo, pero es el alma de la fiesta”. Mientras que André Alejandro, “es calladito; es comelón. Es inteligente porque, para su edad, también tiene sus ocurrencias, pero es más reservado que su hermano”.
“Todo el mundo dice que André es un clon mío y que Adrián se parece más a mamá, menos cuando hacen travesuras. Ahí los dos se parecen a papá”, dijo entre carcajadas.
Para Padua Irizarry, “el trabajo ocupa tiempo, pero siempre tratamos de sacar los fines de semana para compartir con los nenes”.
Asimismo, explicó que, “con el mayor, que es Cobito (Niño Escucha) en Salinas, [tenemos] aventuras [entre padre e hijo]. Hemos participado de acampar y caminatas por la Central Aguirre y la Bahía de Jobos, entre otras actividades”.
“El trabajo consume y, muchas veces, llegamos cansados, les damos un abrazo, pero no es suficiente tiempo para estar con ellos. Los fines de semana son de los nenes. Si viajamos, tratamos de llevarnos a los nenes, pero el secreto es llevarnos a abuelo y abuela”, afirmó.
Sobre ese particular, el abogado admitió que “es una misión viajar con ellos, pero lo hemos logrado y hemos visitado España, Italia, Orlando (Estados Unidos) y Costa Rica”.
De hecho, durante su viaje a Italia se trasladaron al Vaticano, donde conocieron al fenecido papa Francisco, quien “bendijo a los nenes; fue un momento espectacular”.
Mientras tanto, recordó a su abuelo, Adrián Padua Sánchez, un farmacéutico de profesión que representó la figura paterna en su vida, pues fue quien lo crio.
Igualmente, reveló que “mi deseo es poder tener vida y salud para poder gozarme a mis hijos. Quiero estar presente en la vida de mis hijos, verlos crecer y vivir con ellos cada etapa, hasta que cumplan sus sueños”.
La autora es periodista colaboradora de Suplementos.
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