

La crianza de sus tres hijas tras una sorpresiva viudez es, quizás, el mayor desafío que ha experimentado el artesano Edwin Marcucci Caraballo, quien hace 17 años expandió su rol de padre para echarlas hacia adelante sin requerir de otra figura para lograrlo.
Aunque el camino no ha sido fácil, pues, al morir su esposa, las niñas tenían 12, 8 y 1 año, respectivamente, el amor por Wanda, Emely Nicole y Angélica se convirtió en la fuerza interior que lo impulsó a continuar el viaje.
A sus 65 años, Marcucci Caraballo, conocido como ‘el Rey del Bejuco’ debido a sus creaciones artesanales, recuerda la odisea que marcó su historia como papá.
“Me quedé solo; no había pa’ dónde correr y, pues, seguí con mis nenas, criándolas solo. Seguí dándoles el mismo cariño de siempre que les daba desde que eran chiquitas. No había de otra… seguir pa’lante, como me enseñaron a mí”, contó el adjunteño del barrio Limaní.
Sin embargo, admitió que “no se me hizo difícil porque yo era todo para las nenas”.
“Yo las llevaba a la escuela, a las citas del médico y dentista, cocinaba, lavaba; lo hacía todo en la casa —aun cuando la mamá de las nenas estaba con nosotros. Siempre me ocupé de las nenas y dependían mucho de mí”, relató.
“Creo que la vida me preparó. Es que, desde nene, mami siempre nos enseñó a cocinar y a estar pendientes de nuestras cosas. Ella nos decía que las mujeres no son esclavas. Entonces, no se me hizo difícil criarlas solo”, apuntó.
De esa manera, se llevaba a sus hijas a las ferias de artesanías que se realizaban por toda la isla; una experiencia que las motivó a aprender el oficio que por décadas caracteriza a esta familia.
“Siempre me las llevaba a las ferias de artesanías en toda la isla, hasta que siguieron creciendo y acostumbrándose a lo mismo que yo hacía. Ellas siguieron por ahí, sacaron la licencia de artesanas y están registradas por la Compañía de Fomento Industrial de Puerto Rico (Pridco)”, expresó.
Según Edwin, las tres son maestras artesanas. “Angélica está certificada en bejuco; Wanda, quien también es monja, en semillas y bejuco. Mientras que Emely está certificada en talla de espino rubial y madera, hace coquíes y otras piezas exóticas. Todas son maestras en lo que hacen, han dado talleres a otras personas”, recalcó.
Entretanto, aceptó que el rol de padre “no es fácil en el tiempo que estamos”.
“En mi caso, las nenas se criaron trabajando conmigo aquí, en la finca, y se han hecho mujeres de bien, para su propio bien cuando yo no esté. Lo mejor que pude haber hecho es haberlas preparado para la vida”, manifestó.
Por su parte, Emely Nicole, de 25 años, contó la experiencia de haber sido criada por su papá, al mencionar que “él es la persona que más amo, la persona que más admiro”.
“No ha sido fácil, pero él siempre ha estado ahí, siempre ha sacado la cara por nosotras. Siempre me ha apoyado en todo, me da buenos consejos y ha estado ahí”, resaltó la maestra artesana de tallado en madera y espino rubial.
“Es mi papá; siempre ha habido ese cariño y respeto. Siempre me ha respaldado. Creo que una de las cualidades que saqué de él es la de servir y hacer lo mejor siempre. Y si se puede ayudar a alguien, hacerlo. Le doy las gracias por cuidarnos”, afirmó.
En tanto, Edwin aseguró que, “cuando me toque [partir], me iré tranquilo porque yo sé que ellas no se van a quedar abandonadas, mucha gente las quiere, pero van a poder sobrevivir solas con sus oficios y lo que han aprendido”.
“Cuando crías a un hijo con amor, enseñándoles lo que es el respeto hacia los demás, enseñándoles que sean de bien y de provecho para la sociedad, es lo mejor que puedes darle”, concluyó.
La autora es periodista colaboradora de Suplementos.
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