La imposibilidad de definir la tasa de analfabetismo en Puerto Rico representa un inexcusable vacío de las estadísticas oficiales que impide poner en práctica una adecuada estrategia para contener el rezago. A este problema se une la alarmante tendencia que identifica a personas mucho más jóvenes, respecto de estimaciones anteriores, que no saben leer ni escribir.