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Un encanto de ciudad

La grandeza de las ciudades se mide por sus espacios y hazañas, por la aptitud en torno al arte, por el espíritu de quienes la habitan, la caminan y se la saborean de punta a punta.

25 de septiembre de 2011 - 7:00 AM

Nota de archivo
Esta historia fue publicada hace más de 13 años.

“Ay Praga, Praga, Praga, donde el amor naufraga en un acordeón...”, así le cantó Joaquín Sabina a la Ciudad Dorada. La canción es un regalo para los oídos, apreciar la ciudad es pura seducción. Y es que Praga es de esas pocas ciudades en el mundo con un encanto tal que de solo contarlo ya quieres visitarla. Llegar a la ciudad es adentrarse a un reino mágico de castillos que cuentan historias reales; torres que suenan la trompeta cada hora como anunciando la llegada de un rey. Es aquí donde se activa el famoso reloj astronómico, que aglomera a la multitud marcando el comienzo de una bien merecida visita a este lugar donde se pisa sobre las huellas de otras pisadas más añejas. Caminos por los que también pasaron reyes, obreros, artesanos y militares, por mencionar algunos de los artífices de esta ciudad medieval. Caminar por sus calles es la mejor manera de disfrutarla y de aprender sobre la rica historia que atesora.

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