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La población estimada en el apiario de la Reserva Natural Hacienda La Esperanza es de dos millones de abejas. Son abejas africanizadas.
La población estimada en el apiario de la Reserva Natural Hacienda La Esperanza es de dos millones de abejas. Son abejas africanizadas. (Ramón "Tonito" ZayasI)

Manatí - En un predio de 2.7 cuerdas en la Hacienda La Esperanza, en este municipio, se encuentra uno de los tesoros más valiosos y, a su vez, menos conocidos de la reserva natural: un apiario de más de dos millones de abejas, que sigilosas, pero efectivamente contribuyen a la restauración del hábitat tras la devastación causada por el huracán María hace cuatro años y medio.

Concebido como un santuario de abejas, el apiario fue construido, precisamente, meses antes del azote del ciclón. Pero, según sus coordinadores, William Burgos Domínguez y Stephanie Camacho Bonaparte, no es hasta ahora que “está en su mejor momento”.

“El impacto del huracán fue fuerte, como en todos sitios, pero tomamos la precaución de que todas las cajas se amarraron y solo perdimos una colmena. En los días subsiguientes (a María), preparamos una comida con azúcar y a cada caja le pusimos un alimentador (para empezar a recuperar la población de abejas). Por los pasados años, nos hemos dedicado a desarrollar el área lo mejor que podamos”, relató Burgos Domínguez, durante una visita de El Nuevo Día el pasado jueves.

Cinco días antes, el apiario fue oficialmente inaugurado, en una actividad celebrada por las organizaciones sin fines de lucro Para la Naturaleza, que maneja la reserva natural, y The Bee Cause Project y Be a Bee, que contribuyen con el proyecto desde sus orígenes.

Para construir el apiario –que Burgos Domínguez describió como “un pequeño paraíso”– se levantó un perímetro y en torno a este se creó un seto vivo, es decir, una alineación de árboles para formar el cierre exterior del predio. El seto vivo está compuesto por mangle botón, icaco y tintillo, tres especies que abundan en La Esperanza y de las cuales las abejas pueden alimentarse.

En la misma línea, el coordinador resaltó que el apiario surgió para incentivar los esfuerzos de reforestación en la isla. La polinización es un factor indispensable en esa misión y, por lo tanto, el apiario ayuda a conservar y promover los procesos naturales. Luego de María, se han sembrado más de 15,000 árboles alrededor del apiario “para que las abejas puedan buscar comida, en diferentes especies”, durante todo el año”, indicó.

“El seto vivo se hace para la protección de las personas que puedan estar afuera, pero adicional provee comida y nos maneja mejor el viento en el apiario. Reducimos la velocidad del viento en el interior del apiario para que las abejas puedan aterrizar en su sitio”, dijo, en referencia a las cajas donde se forman las colmenas. Las abejas entran a las cajas a través de una apertura conocida como piquera.

En total, hay 24 cajas, de las cuales 11 están ocupadas en la actualidad. “Tenemos 11 cajas o colmenas llenas, lo que significa que tienen una (abeja) reina, cientos de obreras y zánganos. En un día a día en el apiario, lo que hacemos es abrir las cajas para ver cómo están funcionando, cuánto alimento tienen, cuánto polen hay disponible y si necesitan más espacio. Todo eso se verifica, más o menos, cada 15 días”, contó, entretanto, Camacho Bonaparte.

Agregó que de las abejas –en general– se obtienen varios “productos comerciales”, entre los que mencionó miel, polen, jalea real, apitoxina (veneno) y propolio (resina que sacan de los árboles).

“Como tenemos pocas colmenas y estamos comenzando, lo que hacemos con los productos es utilizarlos en el mismo apiario. Por ejemplo, la cera la estamos usando en las cajas para atraer otras abejas y arreglar cualquier cosa que haya que arreglar. Todavía no estamos sacando polen, pero es viable que en el futuro lo tengamos, y lo mismo pasa con la miel, que no hemos tenido mucha producción, pero en un futuro se podría comercializar”, sostuvo Camacho Bonaparte.

A propósito de planes, Burgos Domínguez informó que lo próximo en agenda para el apiario es “llevar la población al máximo”, o sea, ocupar las 24 cajas para colmenas.

Asimismo, dijo, Para la Naturaleza está en planes de obtener permisos y equipos para permitir visitas guiadas, tanto al apiario como al laboratorio de aprendizaje contiguo. En este último, detalló, hay ocho vitrinas “donde podemos ver las colmenas trabajando sin intervenir con las cajas”. Una de las metas es que estudiantes –de todos los niveles– se interesen por hacer investigaciones aquí.

Actualmente, además del personal de Para la Naturaleza, quienes único tienen acceso al apiario son los voluntarios de Be a Bee, una iniciativa creada por estudiantes de Saint John’s School en Condado, y un grupo de adultos mayores retirados, “que vienen algunos días en la semana y nos dan la mano”, subrayó Camacho Bonaparte.

“Las estudiantes de Saint John’s son de (grados) 11 y 12. Vienen un sábado sí y un sábado no para ayudarnos con las colmenas. La idea es que las adiestremos para que ellas mismas puedan trabajar las colmenas y busquen sus propios voluntarios. Para el grupo de adultos mayores, la experiencia ha sido impresionante. Les ha encantado y se han mantenido participando. Estas alianzas nos ayudan a mantener las poblaciones de abejas saludables”, afirmó la coordinadora.

Burgos Domínguez y Camacho Bonaparte dijeron que, gracias al auspicio de la Fundación Ángel Ramos, Dixie Vodka y The Bee Cause Project, se obtuvieron fondos para el apiario, con los que se habilitó un área de merendero (para cambio de ropa, repartir instrucciones o tareas, e ingerir alimentos de forma segura) y se instaló señalización que apoya el proceso educativo (con códigos QR que dirigen a la página web del santuario).

“La meta a corto plazo es que podamos recibir gente, educarlas y enseñarles el fascinante mundo de las abejas”, concluyó Camacho Bonaparte.

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