Los aeropuertos, más allá de su función de facilitar el transporte aéreo como nodos cruciales en el entramado global de la conectividad, son sedes que albergan narrativas y conglomeran momentos de emoción. Son lugares en los que la vida se comprime en momentos de despedidas y bienvenidas; donde el amor, la anticipación, la espera y la tristeza se entrelazan en un baile que en el momento parece ser eterno pero en realidad es fugaz. Los aeropuertos son templos cargados de historias de unión, adiós y desencuentro en donde cada minuto cuenta hasta el momento de subirse al avión.