En la tarima, Roberto Roena era un maestro de la percusión, del baile y de la dirección musical. Su capacidades musicales eran naturales. Nunca cursó estudios formales en música, pero su talento para elevar el ritmo de la salsa a un sonido único, era indiscutible, y ahora esa genialidad trasciende como su gran legado dentro del género que hizo suyo desde el 1956, cuando se integró al Combo de Rafael Cortijo.