Bad Bunny y Gabriel García Bernal.
Bad Bunny y Gabriel García Bernal. (The Associated Press)

Cualquiera que haya seguido con interés a Gabriel García Bernal desde sus papeles revelación en “Amores Perros” e “Y tu mamá también” probablemente nunca previó que un día llegaría al mundo de la lucha libre.

Bernal, lejos de ser el actor más musculoso, ha sido más astuto al cambiar de forma, ya sea en tacones como mujer fatal en “La mala educación”, de Pedro Almodóvar, o en moto como el Che Guevara en “Diarios de motocicleta”, de Walter Salles.

Pero, aunque casi cualquier cosa en la que aparezca Bernal ha merecido la pena, ha pasado algún tiempo -quizás su par de películas con Pablo Larraín, “No” de 2012 y “Neruda” de 2016- desde que Bernal tuvo un papel lo suficientemente bueno como para, bueno, tirarse al suelo de verdad.

Lo ha encontrado, sin embargo, en “Cassandro”, el drama basado en una historia real de Roger Ross Williams sobre el luchador mexicano Saúl Armendáriz. Fue un exótico de la lucha libre de los años 90 que llegó a convertirse en uno de los campeones más populares de este deporte.

Los exóticos, que surgieron en la década de 1940, evolucionaron hasta convertirse en luchadores masculinos vestidos de mujer que contrastaban con los eventos machistas principales. Pero Armendáriz, homosexual, quería que su personaje, Cassandro, fuera más que eso. Quería enfrentarse a los luchadores en igualdad de condiciones.

“Cassandro”, que se estrena en salas limitadas el viernes y se estrena el 22 de septiembre en Amazon Prime Video, sigue el ascenso de Armendáriz desde la marginación hasta el centro del escenario. Las probabilidades siempre están en su contra, pero Bernal interpreta a Armendáriz con una inocencia contagiosa, incluso cuando hace frases en el baño. Sobre todo, su transformación del exótico en algo más de lo que prescribe la tradición de los luchadores constituye una conmovedora metáfora del empoderamiento gay.

Armendáriz, después de luchar por triunfar como el luchador El Topo, es convencido por su entrenadora (Roberta Colindrez) para que salte al ring como exótico. Armendáriz, sin embargo, no tiene ningún interés en interpretar a Cassandro como se supone que debe hacerlo. Para empezar, quiere ganar, y los exóticos estaban pensados para ser víctimas extravagantes a las que los corpulentos luchadores pudieran despachar fácilmente.

También iban enmascarados, pero Armendáriz opta por ir sin máscara, una decisión especialmente audaz teniendo en cuenta las fulminantes oleadas de homofobia que le dirigen muchos de los asistentes. Pero Armendáriz se los gana y, al hacerlo, consigue algo espectacular: convertir un estereotipo gay en un héroe. “Me sentí como la Mujer Maravilla”, dijo una vez el verdadero Armendáriz.

“Cassandro”, coprotagonizada por el puertorriqueño Bad Bunny, no siempre dedica tiempo al dolor interior que Armendáriz estaba experimentando. Y la realización de Williams, en el debut narrativo del documentalista, puede resultar confusa. La historia es tan sensacionalista que uno casi desearía que “Cassandro” fuera un largometraje documental.

Sin embargo, “Cassandro” sin duda acercará a muchos más a la extraordinaria historia de Armendáriz. Bernal, canalizando de nuevo el lado femenino que mostró en “La mala educación” de Almodóvar, compensa con encanto lo que le falta de fuerza física. Es una interpretación estupenda, aunque no esté a la altura de la de Cassandro.

“Cassandro”, un estreno de Amazon Studios, está clasificada R por la Motion Picture Association por lenguaje, uso de drogas y contenido sexual. Duración: 107 minutos. Tres estrellas de cuatro.

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