Las razones pueden variar, desde que sea un cobarde hasta que no desea espectáculos ni llantos
Las razones pueden variar, desde que sea un cobarde hasta que no desea espectáculos ni llantos
Este fin de semana fue Troya. Aun no logro sacar del sistema al susodicho que cual chikungunya me ha provocado dolor de venas y de corazón. Y aunque elevadas dosis de la prosa de Simone de Bouvier y constantes copas de un tinto Pinot Noir han resultado -las lágrimas como Carraízo bajan sus niveles-, aún persiste la tristeza, el desgano y la soledad, propios de un rompimiento no deseado. Eso sí, el apetito se ha magnificado y llueven las bolsas de papitas y las pintas de mantecado. Y con la Navidad a la vuelta de la esquina… pobre de mí.
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