

7 de julio de 2025 - 12:44 PM
La semana de la alta costura de París no se inauguró con lentejuelas ni pompa en la alfombra roja, sino con un presagio de plumas negras.
La rapera Cardi B, envuelta en un vestido Schiaparelli a la medida con flecos gráficos, se encontraba bajo las columnas doradas del Petit Palais, sosteniendo un cuervo vivo en su brazo, acorde con el material promocional de lo que será su próximo álbum musical “Invacion Of Privacy”.
El ave graznó, miró fijamente y casi se abalanzó, marcando el tono de un desfile que se elevó directamente hacia lo surrealista. Fue una imagen apropiada para Schiaparelli.
Elsa Schiaparelli, la fundadora de la casa, construyó su leyenda en la década de 1930 al tejer lo inesperado —vestidos de gamuza, sombreros-zapatos y, sí, animales— en el corazón de la alta costura.
Ese legado palpitó en la colección otoño 2025 de Daniel Roseberry, un espectáculo en puro blanco y negro, presentado como si la ciudad misma hubiera sido vaciada de color, dejando solo un marcado contraste y una emoción cruda.
Roseberry afirmó que la colección se inspiró en el momento de 1940, cuando Elsa Schiaparelli huyó del París ocupado por los nazis a Nueva York, una época “en la que la vida y el arte estaban al borde del precipicio: hacia el ocaso de la elegancia y el fin del mundo tal como lo conocíamos”.
Aquí, esa tensión se palpaba en cada look: códigos de archivo reinventados, pero con un impulso incansable hacia el futuro. Los vestidos ondulaban como carrocerías de autos, las caderas se arqueaban en formas imposiblemente diseñadas, las cintas de la antigua alta costura de Lyon ondeaban como esculturas cinéticas.
Sin embargo, el desfile fue más que un espectáculo. Era alta costura en su máxima expresión: una fábrica de ideas para toda la industria de la moda, libre de las tendencias.
“A Chanel le interesaba cómo la ropa podía ser práctica para las mujeres; a Elsa le interesaba lo que la moda podía ser”, añadió Roseberry. Es esta energía hipotética, la transformación de la memoria, el mito y la técnica pura en algo nunca antes visto, lo que mantiene vital a la alta costura, incluso cuando el mundo avanza hacia la inteligencia artificial y la moda rápida desechable.
El entorno no hizo más que intensificar el efecto. El Petit Palais alberga actualmente una exposición sobre Charles Worth, el inglés del siglo XIX que inventó la alta costura al traer el arte y la artesanía a París.
La simetría era irresistible: en estos salones, el pasado de Schiaparelli colisionaba con el futuro de la moda, recordando a todos por qué la alta costura es importante: no como pieza de museo, sino como un laboratorio viviente de riesgo, reinvención y belleza radical.
Una década después de su relanzamiento, Schiaparelli ha encontrado tracción comercial y se ha convertido en una figura habitual en las alfombras rojas del mundo, una hazaña poco común en el mercado de lujo actual. Pero, sobre todo, el poder de la marca reside en su capacidad de sorprender.
El día de la inauguración, mientras Cardi B amenazaba con alzar el vuelo, Schiaparelli demostró que, en París, la magia más poderosa de la moda sigue siendo lo inesperado.
Las noticias explicadas de forma sencilla y directa para entender lo más importante del día.
Te invitamos a descargar cualquiera de estos navegadores para ver nuestras noticias: