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Muere a los 84 años Dick Cheney, vicepresidente de Estados Unidos bajo la administración de George W. Bush

Falleció debido a complicaciones de neumonía y enfermedades cardíacas y vasculares

4 de noviembre de 2025 - 7:47 AM

El exvicepresidente estadounidense Dick Cheney. (EFE)
El exvicepresidente estadounidense Dick Cheney. (EFE)

Dick Cheney, el combativo conservador que se convirtió en uno de los vicepresidentes más poderosos y polarizadores en la historia de Estados Unidos —y en un ferviente defensor de la invasión a Irak—, falleció a los 84 años.

Cheney falleció el lunes en la noche debido a complicaciones de neumonía y enfermedades cardíacas y vasculares, según informó su familia en un comunicado.

“Durante décadas, Dick Cheney sirvió a nuestra nación, incluyendo como jefe de gabinete de la Casa Blanca, congresista por Wyoming, secretario de Defensa y vicepresidente de Estados Unidos”, indicó el comunicado.

“Dick Cheney fue un gran hombre y un buen hombre, que enseñó a sus hijos y nietos a amar a nuestro país y a vivir con valentía, honor, amor, bondad y pasión por la pesca con mosca. Estamos infinitamente agradecidos por todo lo que Dick Cheney hizo por nuestra nación, y nos sentimos inmensamente bendecidos por haber amado y haber sido amados por este noble gigante de hombre”, agregó la familia.

El discreto pero influyente Cheney sirvió a dos presidentes, padre e hijo. Fue secretario de Defensa durante la Guerra del Golfo Pérsico bajo la administración de George H. W. Bush, antes de regresar a la vida pública como vicepresidente de George W. Bush, su hijo.

Cheney fue, en efecto, el director operativo de la presidencia del segundo Bush. Tuvo un papel —a menudo dominante— en la implementación de decisiones cruciales para el mandatario y en otras de gran interés personal, todo mientras convivía con décadas de enfermedades cardíacas y, tras dejar el cargo, un trasplante de corazón. Cheney defendió de manera constante las herramientas extraordinarias de vigilancia, detención e interrogatorio empleadas en respuesta a los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.

Años después de dejar el poder, se convirtió en blanco de críticas del entonces presidente Donald Trump, especialmente luego de que su hija, Liz Cheney, se transformara en una de las principales voces republicanas en denunciar los intentos de Trump por mantenerse en el poder tras su derrota electoral y su papel en el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021.

“En los 246 años de historia de nuestra nación, nunca ha existido una persona que represente una amenaza mayor para nuestra república que Donald Trump”, dijo Cheney en un anuncio televisivo en apoyo a su hija. “Intentó robar las últimas elecciones usando mentiras y violencia para mantenerse en el poder después de que los votantes lo rechazaran. Es un cobarde”.

En un giro que los demócratas de su época nunca habrían imaginado, Cheney reveló el año pasado que votaría por Kamala Harris como presidenta, en lugar de Trump.

Sobreviviente de cinco ataques cardíacos, Cheney solía decir que vivía “con tiempo prestado”, y declaró en 2013 que cada mañana despertaba “con una sonrisa en el rostro, agradecido por el regalo de un nuevo día”, una imagen curiosa para alguien que siempre pareció estar en pie de batalla.

Durante su vicepresidencia —definida por la era del terrorismo—, Cheney confesó haber desactivado la función inalámbrica de su desfibrilador, temeroso de que terroristas pudieran enviarle una descarga fatal de forma remota.

El cargo dejó de ser una figura meramente ceremonial: Cheney lo transformó en una red de poder e influencia, desde donde impulsó políticas clave sobre Irak, terrorismo, poderes presidenciales y energía, pilares de la agenda conservadora.

Con una media sonrisa perpetua —que sus críticos llamaban una mueca arrogante—, Cheney solía bromear sobre su fama de operador en las sombras:“¿Soy el genio maligno en la esquina que nadie ve salir de su guarida?”, dijo una vez. “En realidad, es una buena forma de operar.”

Defensor acérrimo de la invasión a Irak, Cheney se fue quedando aislado a medida que otros halcones abandonaban el gobierno. Se equivocó en repetidas ocasiones —aseguró que existían vínculos entre Irak y los atentados del 2001, que las tropas estadounidenses serían recibidas como libertadoras y que la insurgencia iraquí estaba en sus “últimos estertores” en 2005—, pero nunca perdió la convicción de haber tenido razón.

Para sus admiradores, Cheney representó la determinación y firmeza en tiempos de incertidumbre. Pero su influencia comenzó a desvanecerse durante el segundo mandato de Bush, frenada por decisiones judiciales y los cambios políticos. Los tribunales anularon iniciativas que promovía para ampliar los poderes presidenciales y endurecer el trato a sospechosos de terrorismo, mientras que sus posturas más agresivas sobre Irán y Corea del Norte no fueron plenamente respaldadas.

Tras los ataques del 11 de septiembre, Cheney operó desde lugares secretos para garantizar la continuidad del gobierno en caso de un nuevo atentado. Con Bush fuera de Washington aquel día, el vicepresidente permaneció en la Casa Blanca hasta que agentes del Servicio Secreto lo levantaron del suelo y se lo llevaron a un lugar seguro, escena que él mismo luego describió con humor.

Desde el inicio, Cheney y Bush mantuvieron un pacto tácito pero claro: renunciando a cualquier ambición presidencial propia, Cheney tendría un nivel de poder comparable al del propio presidente.

Su discreción y lealtad eran legendarias. “Está hecho para ser el número dos ideal”, dijo alguna vez su amigo Dave Gribbin. El propio Cheney lo resumió así:“Decidí que, al firmar con el presidente, mi única agenda sería la suya. No sería como la mayoría de los vicepresidentes, tratando de ver cómo podrían ser elegidos cuando su jefe terminara su mandato.”

Pero su inclinación al secreto y la manipulación tras bastidores tuvo un costo: muchos lo vieron como un Maquiavelo susceptible, responsable de una torpe gestión de las críticas por la guerra de Irak. Y cuando en 2006 hirió accidentalmente a un compañero de caza, su amigo Harry Whittington, con un disparo de escopeta, el vicepresidente y su equipo fueron criticados por su lentitud en revelar el incidente.

Cheney lo calificó como “uno de los peores días de mi vida”. Whittington se recuperó y lo perdonó, pero la prensa satírica no lo dejó en paz durante meses. Whittington falleció en 2023.

Antes de llegar a la vicepresidencia, Cheney fue secretario de Defensa durante la primera administración Bush, liderando el Pentágono en la Guerra del Golfo (1990-1991). También presidió Halliburton Corp., una empresa de ingeniería y construcción para la industria petrolera.

Nacido en Lincoln, Nebraska, y criado en Casper, Wyoming, Cheney fue presidente de su clase y co-capitán del equipo de fútbol en la escuela. Estudió brevemente en Yale, pero abandonó por bajas calificaciones y terminó graduándose de la Universidad de Wyoming, donde retomó su relación con su novia de escuela, Lynne Anne Vincent, con quien se casó en 1964.

Le sobreviven su esposa, y sus hijas Liz y Mary Cheney.

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