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Amar un país es una cosa muy extraña. Es amar una idea, una memoria y un presente que se deshace entre los dedos. Son intangibles los países, aunque todos los días se empeñen en decirnos que son algo concreto que podemos tocar como quien golpea o acaricia. Pero no es así. Amar un país es como amar el aire y el aire no se ve... pero bien que nos habita.
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