Cuando me pongo en la fila para votar en el recinto que me toca en mi barrio de Madrid, me siento como lo haría Oviedo frente a la mazorca de cacao, o el marciano que acaba de aterrizar en un planeta desconocido, escribe Sergio Ramírez
Cuando me pongo en la fila para votar en el recinto que me toca en mi barrio de Madrid, me siento como lo haría Oviedo frente a la mazorca de cacao, o el marciano que acaba de aterrizar en un planeta desconocido, escribe Sergio Ramírez
Se busca describir con palabras inocentes lo que se desconoce. Hay mucho asombro en las mentes de los cronistas de Indias, que desde los vericuetos y espejismos de su mentalidad renacentista buscaban describir lo antes nunca visto, como cuando oímos a Gonzalo Fernández de Oviedo dar noticia de la naturaleza tan pródiga del nuevo mundo, como si se tratara del primer día de la creación, y así describe el cacao: “echan por fruto unas mazorcas verdes y alumbradas en parte de un color rojo, y son tan grandes como un palmo y menos, y gruesas como la muñeca del brazo, y menos y más en proporción de su grandeza…”.
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