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Siempre he imaginado al novelista como un director de cine, solo que, lejos del ajetreo de los estudios y de los rodajes a cielo abierto, trabaja en soledad, y es él mismo, además, guionista, camarógrafo, escenógrafo, encargo de vestuario y decoración, maquillista, jefe de luminotecnia y de sonido. Carpintero, por supuesto, que clavetea las paredes de los sets; y, por fin, editor, porque hace el montaje y corrige y suprime hasta conseguir la versión final.
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