Muchas de mis ideas sobre el carácter puertorriqueño contemporáneo nacieron fuera de la isla, en la diáspora. Me marché de Puerto Rico en busca de oportunidades. Conseguí un salario apto y me deje llevar por el brillo del dinero, intentando asimilarme a una sociedad que no era mía. En el tren, pa’arriba y pa’abajo, desde el Upper East side hasta Coney Island, me perdí y dejé atrás una vida que pensé que no era mía. Un día coincidí con un hermano puertorriqueño en el tren. Tenía en su mano un tarjeta de “raspa y gana”, versión americana. Raspaba con fuerza y decía: “Este es”. Terminaba de raspar una tarjeta y volvía con otra y repetía: “Este es, Este es”.
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