Queda comprobado que el último Ganador de las Elecciones es en realidad un alcalde, ya que los poderes universalmente atribuidos a un jefe de Estado no están en sus manos henchidas de melanina, escribe Eduardo Lalo
Queda comprobado que el último Ganador de las Elecciones es en realidad un alcalde, ya que los poderes universalmente atribuidos a un jefe de Estado no están en sus manos henchidas de melanina, escribe Eduardo Lalo
Un silencio terrorífico sale por las ventanas que nunca se abren de La Fortaleza. Por la mansión ejecutiva pululan los fantasmas vociferantes e impetuosos de algunos de sus antiguos inquilinos. Estos resbalan por las paredes de las estancias que en antiguo albergaron las algarabías de sus reelecciones, los banquetes con la familia extendida del partido y la casta y los brindis de los cócteles del voto comprado a los senadores estadounidenses, a los que les habían engrasado la pata en íntimas oficinas en los albores de la velada, con dinero público que nunca llegaría a una escuela de Caimito ni al bitumul de la avenida De Diego. Los fantasmas de los exmandatarios y mandatarias nadan como peces rodeados por las paredes narcisísticas del Salón de los Espejos. Por allí circularon, multiplicados por reflejos, los Ganadores de Elecciones cuando todos los correligionarios, ayudantes y funcionarios habían partido. Allí permanecieron solos, sabiéndose reyes y reinas, por los días de al menos un cuatrienio.
Te invitamos a descargar cualquiera de estos navegadores para ver nuestras noticias: