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A diario se hace referencia cientos o miles de veces al pueblo puertorriqueño. Se habla de él como si poseyera un cuerpo y una mente. Dependiendo del contexto o de la posición ideológica del que se refiere a él, este ser colectivo puede significar muy diversas cosas. La tradición, con sus vagancias mentales y su inclinación a la repetición, le ha concedido atributos. De ahí que escuchemos con frecuencia que los puertorriqueños somos pacíficos, hospitalarios, bullangueros, vagos, dóciles, avispados y trabajadores. El listado es contradictorio, banal y siendo una generalización presupone otra mayor: la de clasificar una enorme cantidad de individualidades en unas imágenes demasiado simples y estereotipadas. Esta concepción sufre por ser estática y prejuiciada, lo que la hace inservible. No ilustra más que decir que los puertorriqueños poseen dos piernas o dos ojos.
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