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Recuerdo un suceso que Fernando Picó relatara en su Historia general de Puerto Rico. En 1692 la villa de San Germán logró, luego de considerables negociaciones, que la corona española le autorizara, por un periodo de cuatro años, la llegada de barcos a su costa. En su momento fue un logro considerable que auguraba un aumento en el arribo de suministros y mercaderías y le abría una vía de exportación a los productos del país. El permiso real permitía la reducción del aislamiento de toda una porción del país y esperanzaba a los sangermeños con lo que, anacrónicamente, podríamos llamar su progreso.
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