Violencia machista: ¡qué mal envejecieron estas canciones!
Ahora me pisaré los callos. Vuelvo a escuchar canciones que me han gustado en otras épocas y no sé en qué estaba pensando. Componer canciones que registren emociones con palabras y armonías es un arte libre, con infinitas posibilidades para reflejar o inventar la realidad y tú escoges las que te hacen bien. En el camino algunos temas se mantienen afines a nosotros y de otros nos alejamos como si quemaran. En otras palabras, maduramos.
Adoro los boleros y la salsa. Adoro las canciones sandungueras. Adoro el amor bien servido en una composición de cualquier género, pero la verdad que muchas de esas canciones que canté y bailé, hoy no hacen más que recordarnos todo lo que debemos desaprender. Y aclaro antes de comenzar a enumerarlas que aquí no entra el reguetón, porque se poncharía sin que el pitcher lance la primera bola.
Qué mucho disfruté de la mezcla de sol, mar y música en los festivales de verano que se hacían en la isla, en los que brincando sin preocupaciones cantábamos canciones como “La ingrata”, de la banda mexicana Café Tacuba. Me complacía el mal de amores que tenía el protagonista del tema tanto como me mortificaba el final de la canción. Hoy me da pánico. El sufrido le recordaba a la mujer que ya no lo quería que “pues sí puedo hacerte daño, solo falta que yo quiera lastimarte y humillarte…”. Entre el brincoteo, provocado por los veloces acordes, ni te das cuenta de lo que se canta, lo que se cuela en la mente para siempre. El final de la canción es terrible.
Por eso ahora tendré que obsequiarte un par de balazos pa’ que te duela y aunque estoy triste por ya no tenerte voy a estar contigo en tu funeral.
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Mejor paso a mi aplaudido Maelo. Cuántas sabrosas interpretaciones nos regaló Ismael Rivera, pero hay una que siempre me chocó, porque a poca gente parecía chocarle. Se trata del tema “Si te cojo” y en ella se anuncian los castigos para corregir las posibles faltas de una mujer. La variedad de versos agresivos es amplia, hay para escoger.
Con todito y lo buena que estás
ya verás que trompá te voy a pegar.
Si yo llego y mi papa no está
un piñazo en un ojo te voy a dar.
Palo, palo, puño y bofetá.
Es momento de cambiar de género musical. Hablemos de un fenómeno del rock británico, The Beatles. Sus canciones se han convertido en clásicos, aunque espero que “Maxwell’s Silver Hammer” no sea uno de ellos. Nuestro amigo Maxwell Edison es un estudiante de medicina, según cuenta la canción, y tiene serios problemas de manejo de ira. Por eso, cuando invita a su novia Joan al cine y toca a su puerta…
Bang! Bang! Maxwell’s silver hammer
Came down upon her head
Clang! Clang! Maxwell’s silver hammer
Made sure that she was dead.
Maxwell le aplica igual dosis a su maestra y al juez que atiende su caso. Nunca pude entender a quién podría parecerle graciosa esta canción.
Mejor me voy con Gun’s & Roses, la banda de hard rock estadounidense con la que cantamos en la época dorada de ese género musical. Pues entre tantos éxitos, una canción destila total satisfacción tras la muerte de la pareja. Para qué necesitas metáforas que sugieran una idea cuando puedes cantar…
I used to love her, oh yeah but I had to kill her I had to put her six feet under And I can still hear her complain.
Su vocalista, el famoso Axl Rose, figura como uno de los compositores de este himno que subraya la cualidad desechable de la vida femenina.
Pero no todo es muerte. Muchas de las canciones que tanto nos gustaron muestran unos niveles de posesividad y acecho que hoy deberían encender todas las alarmas de peligro. Sting, llegó tu momento.
Cuando el cantante inglés figuraba en el trío británico de rock, The Police, lanzaron un exitazo llamado “Every Breath You Take” que siempre me pareció una oda a la fidelidad en las buenas y en las malas. Hasta que la escuchas ahora. Como toda historia de amor comienza bonita, pero llega un punto en que la obsesión toma control de una de las partes y el acecho esfuma el encanto.
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Every move you make Every vow you break Every smile you fake Every claim you stake I’ll be watching you.
La tentación de poseer al otro no tiene límites. Con su vozarrón, La India canta en la salsa, “Mi propiedad privada”:
Que no te miren, que no te hablen
porque, Dios, soy celosa.
Si te metes con mi hombre
me pongo peligrosa.
Y ahora me duele más porque este es mi cantante favorito. El mexicano Luis Miguel revivió los más hermosos boleros que exaltan el amor… y la posesión. “La media vuelta”, escrita por el gran José Alfredo Jiménez e interpretada por primera vez en 1963, pone ante el micrófono al macho que debe controlar por entero la vida de su pareja, incluidas sus llegadas y salidas.
Te vas porque yo quiero que te vayas a la hora que yo quiera te detengo yo sé que mi cariño te hace falta porque quieras o no, yo soy tu dueño.
¿Mi dueño? No, gracias.
Al menos este “dueño” sabe perder, es capaz de darse la vuelta y marcharse cuando la historia de amor real no va acorde con la que imaginó. Por algo se empieza.
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