1918; 2020
Mi padre recordaba el gran terremoto de 1918. Me describía cómo la tierra tembló bajo sus pies en Sabana Grande. Tenía ocho años; aquella mañana había salido de la escuela a traerle un café a la “teacher”. Cómo hizo para que no se le derramara —llevó la taza con las dos manos, alta y de manera sacramental— denotaba cierto pueril orgullo que me enternecía. Pero jamás me habló de la pandemia de la influenza, que se desató sobre todo el planeta ese mismo año.
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