

Recientemente se desarticuló una “empresa criminal” que operaba desde las cárceles. Extorsionaba y timaba a ciudadanos utilizando celulares introducidos ilegalmente, amenazaban a ciudadanos incautos. En estas “llamadas de presos” las víctimas pagaban mediante giros o “le reviento la cara a tiros, a esta nena, que está aquí llorando, tu hijo, que ya le haremos nicaping a batazos si no pagas, viejo miserable…”. Nada complicado: amenazas a distancia mediante teléfono celular, la ansiedad que le entra a cualquier padre o madre, hermano o hermana, de que le tengan secuestrado a un ser querido, y estén torturándolo, llevan a la víctima al colmado más cercano, donde sea que vendan los giros Western Union. Se trata de la maldad empoderada por la comunicación virtual, la beatería con las redes sociales, la adicción a los celulares, las computadoras, el omnipresente streaming, todo aquello que nos distrae de contemplar, en este día perfectamente azul del trópico, esas nubes que damos por eternas, y no lo son.
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