Atormentar, dice Moliner, es martirizar, torturar, dar tormento a alguien, hacerlo padecer, quitarle la tranquilidad, toda una mortificación. En ese sentido, la sequía nos atormenta, ¿o no? Derivada del la latina tormentum, nos dice Pingarrón que esta palabrita tiene “la raíz del verbo torqueo”, que significa torcer y retorcer, unido a un sufijo de instrumento –mentum. Añade que tormentum fue, en su origen, “una máquina de guerra, (...) un instrumento de asedio”. Esa máquina lanzaba enormes proyectiles con un mecanismo de tensión. De tormentum surgieron otras máquinas de guerra entre ellas las catapultas y las ballestas. ¿Y tormenta? Pues mire qué interesante; nuestra tormenta se deriva de la latina tormenta, palabra esta muy culta pues llegó hasta el español sin cambios. Pingarrón explica que aquella primera tormenta se refería en forma genérica a las máquinas de guerra llamadas escorpiones, muy similares a la ballesta. De hecho, el diccionario de la real recoge bajo escorpión esa definición de arma de guerra. En fin, que tormenta era, en latín, el plural de tormentum. Señala Pingarrón que en tiempos de guerra, atacar al enemigo con tormenta era una verdadera tortura (...) para el atormentado, lo cual justifica ya el significado moderno de la palabra por la “lluvia” de flechas y piedras lanzadas al enemigo. ¿Hoy? Tormenta es, como todos bien sabemos, una tempestad que trae rayos y relámpagos, acompañada de lluvia copiosa y vientos. Las tormentas, pues, atormentan. La gran pregunta es si Erika nos atormentó lo suficiente como para acabar con el tormento de la sequía que nos atormenta. ¿Atormentado?
Se adhiere a los criterios de The Trust Project