

La crudeza con que cotidianamente se nos manifiesta la dimensión trágica de la migración centroamericana parece no tener límites. A las imágenes de las caravanas de niños migrantes se suman las de los dramáticos enfrentamientos entre quienes se desplazan y las fuerzas de seguridad de los países de tránsito, o las macabras escenas como las de los 19 migrantes calcinados, en el municipio mexicano de Camargo, Tamaulipas; “Remain in México” se llamó la política que les dejó para siempre en ese país. Si bien la pandemia redujo temporalmente estos flujos migratorios, se calcula que, entre diciembre y enero pasados, arribaron en promedio a la frontera entre México y Estados Unidos cerca de mil personas al día procedentes de Guatemala, Honduras y El Salvador.
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