José Curet
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Colegio electoral vs. voto popular

Creo que debemos abolir el Colegio Electoral, y seleccionar nuestro presidente por quien gane mediante el voto popular, de la misma manera como en todos los otros puestos”.

Fueron las palabras de Hillary Clinton, tras emitir su voto el pasado 3 de noviembre en Nueva York. Y no era para menos, pues aunque en estas pasadas elecciones el presidente electo Joe Biden ganó tanto por voto popular como en el Colegio Electoral, cuatro años atrás Hillary Clinton -aunque obtuvo una mayoría de más de 2.8 millones en voto popular-, no pudo superar los 270 votos necesarios en el Colegio Electoral para proclamarse presidenta. Una entre otros cinco candidatos presidenciales en la historia del país quienes, ganando en voto popular, fueron derrotados en el Colegio Electoral.

El Colegio Electoral, como hemos escuchado, se compone de 538 “electores”. Ese es el total de senadores y representantes en el Congreso. Cada estado selecciona el número correspondiente de electores, quienes entonces emiten su voto por aquel candidato ganador en su estado. Así, el candidato que obtenga la mitad más uno (270) de votos en ese colegio es declarado presidente.

¿Cómo y por qué se instituyó ese Colegio Electoral en Estados Unidos?

Una consulta en el portal History en internet, así como textos de historia, nos explica que la creación de ese novel sistema se debió a un acuerdo, tras agotadoras discusiones, entre dos bandos de aquellos Founding Fathers, redactores de la Constitución en 1778. Un bando favorecía un novel sistema de elección popular. Otro bando favorecía que la elección recayera en manos de sus representantes congresionales. En aquel entonces ninguna nación elegía a sus gobernantes mediante voto popular. Entonces muchos de aquellos gobernantes provenían de esos círculos del poder dominante en esferas legislativas. ¿Cómo evitar que la selección del presidente mediante elección de las cámaras legislativas no diera paso a influencias y juego de poder entre las dos ramas, legislativa y ejecutiva? Y de aprobarse el voto popular, ¿cómo evitar también que un presidente electo mediante ese novel sistema no arrastrara con su elección a turbas ansiosas de poder (“democratic mobs”); o peor aún, contara con el apoyo de unas masas analfabetas o descendientes de esclavos?

En efecto, el tema de la esclavitud y sus descendientes, imperante en el Sur, fue crucial a la hora de buscar un acuerdo entre aquellos dos bandos: los que favorecían el voto popular versus quienes apoyaban la elección congresional. El acuerdo entre ambas facciones, tras muchas discusiones, se logró mediante la regla del “3/5”. Era esa una “fórmula” por la cual en aquellos estados sureños con población esclava, se contabilizaba a cinco esclavos, o sus descendientes, como tres hombres blancos. Trataban de garantizar así que el cómputo poblacional, a la hora de asignar representantes en el Congreso, no se balanceara a favor de estados sureños donde cerca del 40% de su población entonces era esclava. Y así mediante aquel “acuerdo”, a regañadientes de quienes favorecían el voto popular, se produjo el sistema del Colegio Electoral vigente hasta hoy.

Pero esos cómputos poblacionales no son cosa del pasado. Hoy día también ha surgido una controversia respecto a una orden de Donald Trump para no contabilizar en el Censo a emigrantes indocumentados, en un intento por reducir fondos y representación electoral. Falta por ver cuáles serán las directrices de esta nueva administración a inaugurarse luego de que el Colegio Electoral emita oficialmente su voto a favor del presidente electo.

Pero aun sin saber cuál será ese nuevo escenario, podemos augurar que el cambio de ese antiguo sistema electoral por el voto popular para la presidencia de Estados Unidos no está en agenda. Aquella vieja máxima, “one man, one vote”, la cual sirvió de inspiración a las democracias modernas, está muy lejos de implementarse en una nación donde todavía hoy la elección de su presidente se debate entre el Colegio Electoral vs. el voto popular.

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